Botellas con agua, un recipiente de pintura y una brocha fueron los implementos con que Juana Molestina limpió ayer la fachada de la tumba de su madre María Solórzano Benitez, quien murió en 1961.

Esta fue una de las actividades que esta madre de familia realizó ayer en el cementerio general de Guayaquil. “Estoy aquí, pero después mis hijos me van a llevar a comer y a pasear por la ciudad. Antes vamos a dejarle bonita la tumba de mi mami”, dice ella. 

Isabel Manzaba es otra progenitora que visitó ayer la tumba de su madre. Se llamaba Zoila Campuzano y falleció hace 17 años. “Entonces mi hermana acogió su papel, pero ella también murió hace seis años”, manifiesta Manzaba.

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Los recuerdos de su mamá son difusos porque Zoila murió cuando Isabel tenía ocho años. “Pero me acuerdo que era una madre chiquita y hermosa”, cuenta.

Las bóvedas daban sombra por lo que Nelly Domínguez, de 56 años, estaba sentada en las escaleras a cinco metros del sepulcro donde yace su madre. “La perdí hace cinco años y aún la extraño”, dice y después solloza.

Según Nelly su madre, Adriana López, era el motor que mantenía unida a su familia. “Igual me veo con mis dos hermanos, pero ya no es lo mismo. En el día de la madre nos reuníamos”, asevera un poco resignada.

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Elisa Real Panda (de 65 años) andaba triste por los pasillos del camposanto. “Estoy triste porque perdí a mi esposo hace año y medio. No me siento abandonada, pero él me acompañaba en este día”, reitera.

Otro que limpiaba con una brocha el polvo que cubría la tumba de su suegra, Roberto Mite, sostiene que su madre murió por una mala práctica médica de los médicos del hospital Luis Vernaza. “Ella estuvo 20 días vomitando y no asimilaba los alimentos. Murió en 1999”, afirma.