El pueblo ecuatoriano estoicamente viene soportando a un Congreso que, en más de un año, no designa al contralor del Estado. Más pueden los intereses personales o de grupos, que servir a la patria. Los congresistas por su omnímoda voluntad se suben los sueldos, y para colmo, en la pasada Navidad se autoasignaron un aguinaldo de $ 4.500 mientras a los empleados de un hospital antituberculoso de Guayaquil, le fue suprimido el almuerzo, y muchas escuelas rurales no tienen techo ni bancas. ¿Es que unos legisladores no tienen conciencia de que están llevando al Ecuador al abismo? Se ha perdido el principio de dignidad. ¿Hasta cuándo tanta desvergüenza?

Francisco Narváez Merizalde
Nueva Jersey, EE.UU.