A continuación, tres historias. A los lectores les corresponde decidir si una de ellas es falsa.

Naves que no saben volar

El ministerio de Defensa compró en más de cuatrocientos setenta y cinco millones de dólares ocho helicópteros que no pueden volar si está nublado y sólo pueden elevarse poco más de ciento cincuenta metros. Si quiere ponerlos en condiciones de uso tendrá que pagar otros doscientos treinta y tres millones.

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Pero no sirven para transportar tropas ni llevar artillería ni provisiones ni municiones ni muchas otras cosas al frente de batalla ni a muchas otras partes. El ministerio de Defensa encargó a una empresa construir los helicópteros y a otra los programas necesarios para operar los helicópteros, porque así es la globalización, y descubrió que el equipo que permite volar a las naves no cabe en sus cabinas.

La empresa que produce estos aparatos los entregó con nueve años de retraso. El gobierno actual explica que el contrato lo firmó el gobierno anterior. Nadie ha sido llamado a cuentas, nadie se ha hecho responsable, nadie quiere hablar sobre el tema.

El Presidente quiere costillas

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La comitiva llegó al café Nothing Fancy de Roswell, Nuevo México, el 22 de enero a las 11:25 de la mañana.
Presidente: Quiero costillas.
Prensa: Presidente, ¿cómo está?
Presidente: Tengo hambre y voy a ordenar costillas.
Prensa: ¿Qué le gustaría?
Presidente: Lo que ustedes piensen que me gustaría.
Prensa: Señor, sus críticos dirían que usted no ha invertido lo suficiente como para conservar seguro al país.
Presidente: Mi trabajo es conservar segura la nación, y eso es exactamente lo que voy a hacer. Pero ahora voy a ver qué quieren ustedes. Strech (David Gregory, de NBC), ¿qué quieres comer? Gasten un poco de su dinero aquí para impulsar la economía local. Ustedes ganan mucho y tendrían que comprar comida aquí, porque es parte de la forma en que crece la economía... ¿Qué quieren comer?

Prensa: Estamos detrás de usted, ordene lo que quiera.
Presidente: Voy a ordenar costillas.
David, ¿Quieres costillas? Prensa: Pero señor presidente.
Presidente: Gracias, pero ésta no es una conferencia de prensa sino una oportunidad para que esta señora gane un poco de dinero. Déjame que te explique cómo funciona la economía. Cuando le compras comida a esta señora le sirve a su negocio y hay más posibilidades de que alguien encuentre empleo. En vez de preguntarme, dime si vas a comprar comida.
Prensa: Sí.
Presidente: Muy bien. ¿Qué quieres?
Prensa: Costillas.
Presidente: ¿Costillas? Bien, ordenemos algunas costillas.
Prensa: ¿Qué piensa de los aspirantes demócratas, señor?
Presidente: Vean. Su trabajo es hacerme preguntas y piensa que el mío es responder a todas las preguntas que me haga. Yo vine a ayudar a este restaurante comprando comida. Terry (Moran, de ABC), ¿quieres algo?
Prensa: Una respuesta.
Prensa: ¿Podemos comprar algunas preguntas?
Presidente: Obviamente, esta gente... Ganan mucho y no van a gastar mucho. No digo que les paguen demasiado, pero no están gastando nada.
Prensa: ¿Cree usted que esta elección será sobre la seguridad nacional?
Presidente: Una de las cosas que hace David es preguntar mucho, y sus preguntas son generalmente buenas.
Fin. 11:29 am, hora de la Montaña.

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El hombre sin rostro

Son cinco fotografías. En la primera, el pie derecho de alguien con uniforme militar pisa el cuello de alguien que está tendido sobre un piso de madera, sin pantalones, envuelto en una bandera de Irak, con las manos atadas a la espalda y la cabeza cubierta por una bolsa de yute.

En la segunda, la misma persona está sentada y se puede ver un líquido, sangre, saliva o vómito escurriendo de la bolsa hacia el pecho.

En la tercera, la misma persona (claramente se puede ver ahora que es un hombre porque no tiene camisa) está sentada y alguien vestido de soldado orina sobre ella.

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En la cuarta, otro soldado, o el mismo, parece golpear los genitales del hombre con la culata de su rifle, y en la quinta apoya el cañón de su arma contra la cabeza cubierta del hombre, siempre el mismo hombre sin rostro.

Más tarde dijeron que el hombre en realidad era un muchacho de entre dieciocho y veinte años, y que ocho horas después de que le tomaron las fotografías lo llevaron a un campo de detenidos y lo arrojaron al suelo desde una camioneta, con la mandíbula rota y ya sin diente. Nadie sabe si sigue vivo.