En los centros comerciales del ahorro se realizan ofertas y promociones por el Día de la Madre.

La queja  de los reordenados comerciantes informales de Quito es similar a la que se escucha en Guayaquil: no  venden como cuando ocupaban  las calles.

En junio del año pasado, el Municipio de Quito consiguió lo que parecía imposible. Despejó todas las calles del Centro Histórico que por casi 35 años estuvieron completamente ocupadas por alrededor de 7 mil vendedores.

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La toma de calles como Cuenca, Hermano Miguel, Mires, Chile y otras ubicadas incluso a los costados del Municipio y el Palacio de Carondelet, cubría hermosas fachadas y portales de casas, edificios, iglesias y conventos.

Lo que pasaba en Quito era mucho más grande que la invasión de calles y veredas en los alrededores del Mercado Central o la calle Pedro Pablo Gómez, en Guayaquil.

En la capital, los informales ocupan ahora diez centros comerciales populares, donde según su eslogan todo es bueno, bonito y barato.

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La estrategia usada por el Municipio para que la ciudadanía ingrese a estos lugares, ubicados siete en el centro, dos en el sur y uno en el norte, es promocionarlos en televisión, radio y prensa. En las propagandas se los denomina como los centros comerciales del ahorro.

Además se realizan promociones en fechas especiales. En la Navidad pasada se rifaron autos y departamentos. Ahora, por el Día de la Madre se entregarán electrodomésticos y otros regalos.

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Pese a esto, los pasillos de dichos lugares permanecen con pocos clientes y solo se observa a los informales dialogando entre ellos.

Comerciantes como Nancy Riera, Rosalía Quezada, Déborah Moyano y otras del centro comercial Hermano Miguel, el más grande de los diez construidos en toda la ciudad, aseguran que hay días en que no venden ni un solo dólar.

Quezada expresa que en la calle vendía diez docenas de pantuflas al día y ahora pasan tres días y no vende nada.

Ellas aseguran que la situación fuera mejor si el centro comercial habilitara otras puertas laterales que dirijan a los visitantes directamente al segundo piso.  La solución a ese problema está en estudio de la administración.

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La mayor preocupación por las ventas es que en un plazo de diez meses deben pagar al Municipio $ 550 por el módulo, y no tienen  cómo recoger ese dinero. Anteriormente cancelaron $ 240 por concepto del rubro piso-techo.

Otros comerciantes, que prefieren que sus nombres no se publiquen por evitar conflictos con los demás vendedores, dicen que si bien los ingresos son menores que en la calle sí sacan para mantener a sus familias. Los que mejores ganancias tienen son los que ofrecen películas en DVD piratas, pese a los operativos de las últimas semanas.

Califican como beneficioso estar en los centros comerciales porque tienen sus puestos fijos, con seguridad, servicios higiénicos y ya no están expuestos al sol y la lluvia.

El administrador del Hermano Miguel, Luis Duarte, sostiene que el problema de las bajas ventas es nacional. “Queremos que los quiteños y visitantes comprueben que aquí se venden cosas buenas y baratas, en un ambiente más seguro y con todas las comodidades”, precisa.

Déborah Moyano cree que las cosas pueden mejorar pero al momento tiene problemas para dar de comer a sus hijos y pagar el arriendo en su casa.

Ella y sus compañeras aspiran a que en esta oportunidad (festejo por el Día de la Madre) pueda reunir el dinero para atender sus necesidades.