El partido de ayer en el Monumental terminó, pero el técnico de Barcelona, Víctor Luna, aplaudió a sus jugadores y a cada uno les recordó: “faltan 90 minutos todavía”, luego de abandonar la cancha e ingresar a los camerinos.

La sensación inicial de Luna luego del pitazo final fue de resignación: dar la espalda a la cancha y lanzar una mirada al lugar más apartado del estadio para descargar internamente su impotencia.

El ejercicio le sirvió. Volvió a hacerle frente al gramado para esperar a sus jugadores. Los aplaudió y simultáneamente repitió más de una ocasión la frase “vamos, vamos que faltan 90 minutos”. Dio unas palmadas en la espalda a Iván Kaviedes y entró al camerino.

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Luna es un hombre de gestos y pocas palabras, solo las necesarias para animar o dar indicaciones claves a su equipo de trabajo.

Los primeros intentos fallidos de gol para los toreros, el impacto en el marco de la portería de Once Caldas y una posibilidad de gol anulada motivaron un vano alzar de brazos del entrenador colombiano. Después, cualquier intento de emotividad fue reprimida con un cruzar de brazos o el abrir y cerrar de sus puños.

Van 26 minutos y el 0-0 comienza a desesperar a Luna; manos hacia atrás, unas miradas al suelo para bosquejar soluciones, observa el calentamiento de Ángel Escobar, Daniel Garrido y Peter Villegas. Un grito enérgico para llamar a Escobar: “Epa, epa, vamos” y en los siguientes minutos Luna apeló al silencio. Ni los enfrentamientos suscitados en la cancha entre jugadores de Barcelona y Once Caldas lo inmutaron.

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Adentro, la tensión se manifestó más en José Chatruc, Iván Kaviedes y Edwin Tenorio, quien desde el primer tiempo fueron inquietados por el trío colombiano, de Diego Arango, Édgar Cataño y Raúl Marín. Ya desde la primera etapa del encuentro comenzaron los roces entre Chatruc y Cataño.

Las provocaciones de los colombianos consiguieron primero la expulsión del ecuatoriano Tenorio. El friccionado juego persistió y desembocó en otra salida, pero del rival, John Viáfara.

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Pero la táctica de la fuerza le favoreció más al adversario que celebraron con sonrisas y abrazos el empate.