En esta era en que todos los días nos llegan e-mails no solicitados, la mayoría con basura, pude rescatar dos que pueden provocar risas, pero también depresión. Uno de ellos cuenta la historia de una competencia de remo entre Japón y Ecuador. Habiendo ganado el primer equipo, el Presidente de la Federación Ecuatoriana forma un comité de análisis que decide reformar la estructura del equipo, de siete remeros y un líder, a un líder, un supervisor y seis remeros. Perdiendo por segunda ocasión, se reconforma nuevamente el equipo, pero ahora con cuatro remeros, un tomador de tiempo, un supervisor, un coordinador de ritmo y un líder. Al volver a perder frente al equipo japonés estructurado por siete remeros y un líder, que también rema, se forma una segunda comisión para rediseñar las características del bote. ¿No nos suena esta metáfora familiar?
El segundo e-mail rezaba que cuando un caballo moría corriendo, lo lógico era desmontarlo y enterrarlo. Sin embargo, en Ecuador –y yo diría en muchos otros países también repletos de los idiotas latinoamericanos de Vargas Llosa, cuyos nuevos capítulos deberían llamarse ‘El perfecto vivo latinoamericano’, ya que muchas veces no se desmonta del caballo por idiotez, sino por viveza criolla– hemos desarrollado estrategias alternativas para lidiar con el problema. Entre ellas: –Comprar una montura más fuerte. –Formar un comité interinstitucional para estudiar la situación del caballo. –Enviar una comisión con gastos pagados a distintos países para investigar cómo se maneja en el extranjero el problema. –Reducir los estándares para que los caballos muertos puedan ser incluidos. –Reclasificar los caballos muertos como animales vivientes pasivos. –Poner arneses a varios caballos muertos para aumentar velocidad. –Invertir en estudios de factibilidad para mejorar el desempeño de los caballos muertos. ¿Suena familiar también esta parodia?

¿Sobre cuántos caballos muertos los ecuatorianos cabalgamos? Sobre un sistema centralizado que ya no da más, pero archivamos una consulta popular, creamos varias comisiones de descentralización y autonomías, trajimos expertos del exterior, y no avanzamos ni un metro. Cabalgamos sobre un sistema electoral arcaico, pero no queremos ni oír sobre distritos electorales. Cabalgamos en dos corceles que murieron hace rato, Petroecuador y Pacifictel, los que no revivirán ni con reingeniería, ni con rediseño, reestructuración, ni concesionando su administración. Simplemente hay que desmontarlos, pues no importa lo que se haga, dada la situación contractual, laboral y política de dichas empresas, muertas están. Otro caballo totalmente muerto es el sistema educativo. Si nos comparamos con Colombia, ¿cómo nuestra empresa privada no va a estar en desventaja en los mercados, si sus trabajadores tienen en promedio tres años menos de escolaridad que los colombianos? Sin mencionar la calidad de la educación. Pero no hay propuestas de reformas profundas, ni de la urgente necesidad de despolitizar la UNE e introducir competencia en la educación fiscal. Cuando nos pongamos de acuerdo, primero en que no avanzamos, y segundo, que la única causa es que el caballo murió y que no hay nada más que hacer que desmontarlo y conseguir otro, podremos tener opciones de ganar la carrera. Mientras tanto, seguiremos a la cola.