En los barrios periféricos de Guayaquil este tipo de microempresas tiene un promedio de 30 clientes. Lavar ropa ajena dejó de ser un negocio que buscaba clientes de paso en la zona céntrica de la ciudad, ahora es uno de los comercios populares que bajo conceptos de autoservicio toma fuerza en los barrios periféricos de Guayaquil.

Ofertar el lavado por libra, por número de piezas y hasta por combos, en los que se incluyen el planchado como “cortesía”, son algunas de las estrategias que promocionan las lavanderías barriales para competir por la clientela.

En sectores como Sauces, barrios que se ubican a lo largo de la vía a Daule y en el suburbio de Guayaquil hay entre dos y tres lavanderías populares que disputan un mercado en una manzana.

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Alberto Vela, director de la Fundación para la Competitividad, ente que da asesoría para nuevos negocios, dice que el auge de las lavanderías se debe a los cambios de hábitos de la gente, provocado por las condiciones de trabajo.

Las personas pagan una tarifa baja y se ahorran tiempo en las lavanderías barriales, indica Vela. Montar esta alternativa comercial no es complicado, pues en el mercado local la inversión puede ir desde $ 3.000, según los aparatos que se instalen. En los almacenes de electrodomésticos de la urbe se consigue una lavadora con capacidad para 26 libras y una secadora para 30 libras por 770 dólares.

Pero el éxito del negocio no solo depende de la tarifa, sino del servicio que se brinda, según los propietarios de lavanderías. Hace quince días, Franklin Bravo, de 22 años, montó uno de estos comercios en la barriada de Portete y la Octava, suburbio de la ciudad.

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“Recorrí todo el sector para ver la competencia que tenía. Había unas diez lavanderías en las cuadras más próximas y por eso decidí mejor cobrar 0,20 de dólar por cada libra que se lavaba”, explica Bravo, quien invirtió 5.000 dólares en su negocio que ofrece lavado y secado en una hora.

¿Y qué dice la clientela del servicio? Hay diversos comentarios en los barrios. “Solo llevo los jeans y sábanas porque son más complicados de lavar y por mi barrio cobran dos dólares por 18 prendas. La ropa menuda prefiero lavarla en casa”, afirma María Eugenia Torres, moradora de Sauces III.

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La zona céntrica de la ciudad no escapa, aunque en menor número, a las lavanderías que nacieron como un pequeño negocio familiar. Gladys de Guerrero tiene una lavandería en la céntrica Escobedo y Padre Solano, cerca a un hotel. Su estrategia está en el horario y en los servicios varios, como pegadas de botones. Atiende  hasta las 19h00, porque su clientela labora por el sector y deja las prendas por la mañana y las recoge al final de la jornada laboral. Dice atender unos 20 clientes diarios y espera que el negocio no se dañe”.