Cuando vieron a Patroclo muerto,
tan fuerte, joven y gallardo,
prorrumpieron en llanto los caballos de Aquiles./

Su naturaleza inmortal se conmovió
al ver la obra de la muerte;
movieron las cabezas, agitaron las crines en el aire/
y golpearon la tierra con sus patas.
Lloraban a Patroclo al darse cuenta que estaba sin
vida, su carne inerte,
su alma perdida, sin aliento, salida a la gran nada./
Zeus vio las lágrimas de los inmortales caballos/
y se entristeció: “No debí actuar impulsivamente/
 en la boda de Peleo. No debí regalarlos.

Tristes caballos.
¿Qué tenían que hacer allá,
entre los dos desdichados humanos, juguetes del destino?/

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Ustedes, para quienes no existe la muerte ni la vejez,/
si algún problema humano los alcanza
caerán también en la desdicha.”

Sin embargo, los caballos continúan llorando/
por el interminable desastre que es la muerte.

Constantino Cavafis (Grecia 1863-1933)
De la Colección Material de Lectura,  serie Poesía Moderna, número 25, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

Vendrá la muerte  y tendrá tus ojos

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Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra hueca,
un grito ahogado, un silencio.

Así los ves cada mañana
cuando a solas te inclinas
hacia el espejo. Oh querida esperanza,
ese día también sabremos
que eres la vida y la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como mirar en el espejo
asomarse un rostro muerto,
como escuchar un labio cerrado.
Nos hundiremos en el remolino, mudos.

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Cesne Pavese (Italia 1908-1950)
De la Colección Material de Lectura,  serie Poesía Moderna, número 25, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

De los nombres

Tu nombre es el madero que termina
con mi oficio de náufrago

En las ventiscas extranjeras alucinan
los relámpagos obscenos
¿Ves la planicie líquida del río?
¿y la isla de jacintos violetas
que se empareja con otras en renglones breves?/

Encima de mi tienda dos lunas cabalgan
y aves lentísimas vadean los puntos cardinales/

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Prendas de desvestir en tu nombre de algas/
y huellas sobre el agua que duerme regodeada/
Así aprendí a dibujar las formas
que solía ignorar en los médanos azules,
las que destruyen los oficios que me llevan
a extraviar mis braseros en la playa.

Luis Carlos Mussó (Guayaquil, 1970)
Del libro Propagación de la Noche,
Editorial La (h) onda de David
Universidad de Cuenca/CCE núcleo del Azuay/Alianza Francesa Cuenca, 2000 SUGIERA Y ENVÍENOS EL POEMA DE SU AUTOR PREFERIDO A
espectaculo@eluniverso.com