El Plan Patriota, se ha dicho, es un plan diseñado por los colombianos para los colombianos; lógicamente, las condiciones ideales en un escenario bélico no existen, razón por la cual es fácil deducir que más allá de cualquier expresión contraria, las consecuencias de la aplicación del referido plan serán totalmente previsibles en la frontera norte de nuestro país.

Debe partirse de un punto concreto: uno de los problemas esenciales en el tratamiento de la frontera con Colombia ha sido, la existencia desde hace algunos años, de un amplio territorio ubicado en la zona colindante con nuestro país que ha estado regido y controlado, en gran medida, por las fuerzas guerrilleras colombianas, al punto que era común señalar que el Ecuador, en la realidad, limitaba con un cuasiestado controlado por las FARC, con todas las distorsiones que aquello significaba, con mayor razón si se preveía que la presencia militar colombiana era en dicha zona muy escasa, imposibilitando un trabajo de cooperación conjunta entre los ejércitos nacionales. A propósito, que el conflicto colombiano sea ajeno, no significa que no se plantee esa cooperación militar, fundamental en las relaciones entre países vecinos.

Si lo que se pretendía entonces era que Colombia a través de sus Fuerzas Armadas retome el control de esta vasta zona fronteriza con el fin consiguiente de que nuestro país no reciba toda la carga y responsabilidad directa del control fronterizo, resulta lógico deducir que el país norteño tiene todo el derecho de aplicar las acciones y planes militares que crea necesarios en la lucha contra la subversión, siendo el llamado Plan Patriota posiblemente uno de los mecanismos estratégicos diseñados para ese fin.

La razón y el propósito de dicho plan debe ser parte de la política del gobierno colombiano, seguramente con la aprobación mayoritaria de la opinión de ese país, que sigue respaldando con elevados niveles de aceptación, la gestión presidencial de Uribe en tal específico objetivo.

Lo que no se puede aceptar es que tratándose de un plan cuya consecuencia directa será el incremento de la incidencia bélica en la frontera, ya que inevitablemente las fuerzas insurgentes así como la población civil inocente, tratarán de desplazarse hacia territorios de países vecinos, obligando a una respuesta concreta militar y humanitaria por parte de nuestras Fuerzas Armadas, se diga que no se conoce nada de la aplicación del Plan Patriota y que, adicionalmente, no se puede exigir a Colombia que entregue información de un plan militar bajo el argumento de que el vecino es un país autónomo y soberano. Debe entenderse tal posición como una excusa sin fundamento, ya que si algunas fuerzas armadas deberían conocer, por elemental lógica, los alcances del Plan Patriota, son las de nuestro país, por las clarísimas repercusiones que dicho plan podría originar en la frontera norte.

La falta de información en este caso, llega a ser grave, por no decir curiosa.

Reafirmando la tesis de que nuestro país no debe inmiscuirse en el conflicto colombiano, hay necesidades militares que requieren de un esfuerzo conjunto, pero también transparente. Lo otro, es jugar con fuego.