En estos últimos tiempos y con justa razón se ha promocionado mucho en la península de Santa Elena, la Ruta del Sol.

En realidad, es sumamente agradable dirigirse desde Santa Elena hacia el norte para alejarse un poco del exceso de visitantes en el balneario Salinas, los fines de semana, y poder disfrutar de los hermosos paisajes que hay en esta Ruta.

La carretera está  relativamente en buen estado, los puentes son todos prácticamente nuevos, pues fueron construidos hace pocos años. Sin embargo, la parte desagradable del viaje es  el paso por los pueblos donde se puede constatar la falta de orden, limpieza y servicios básicos; además, se observan lugares de expendio de bebidas alcohólicas con parroquianos consumiendo licor y dando un feo y peligroso espectáculo al cruzarse ebrios por la vía.

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Pero lo peor y lo que acaba con el deseo de efectuar este recorrido es la innumerable cantidad de ‘vigilantes acostados’ que destruyen la suspensión de los vehículos, sobre todo cuando estos son livianos. ¿No existe alguna ley que regule la cantidad y las medidas de esos obstáculos en la carretera?

Ing. Édgar Diminich M.
Guayaquil