Una unidad militar iraquí comandada por un ex general de Saddam Hussein controlará la ciudad.

Las tropas de ocupación de Estados Unidos empezarán desde hoy a levantar gradualmente el asedio a la ciudad sunita de Faluja, según un acuerdo alcanzado ayer entre una delegación de las tribus de Faluja con el mando militar norteamericano.

El anuncio lo realizó el teniente coronel Brennan Byrne jefe de las tropas de EE.UU. en Faluja, pero en Washington, el portavoz del Pentágono, Larry Di Rita, desconocía sobre algún acuerdo aunque aseveró que no lo podía descartar.

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Los marines evacuarán la ciudad en las próximas 36 horas, iniciando en los barrios del sur de la ciudad, donde serán reemplazados por una nueva fuerza militar iraquí denominada Ejército de Protección de Faluja (EFP), de 1.100 iraquíes liderados por el “general Salá”, ex integrante de las fuerzas de Saddam Hussein, pero subordinada a los estadounidenses, dijo Byrne, quien recalcó que Faluja “es un problema iraquí”.

Hay una fuerte presión internacional para que EE.UU. halle una solución pacífica a los combates en Faluja, ciudad símbolo de la resistencia a la ocupación.

Al decidir retirarse de Faluja, el ejército estadounidense renuncia a la solución militar en ese bastión rebelde sunita que podría tener duras consecuencias en el plano político.
La operación suscitó una indignada reacción de los sunitas y los iraquíes en general, provocando protestas y encendidos sermones contra los ocupantes en las mezquitas.

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En Ginebra, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) calificó ayer los ataques de las fuerzas militares estadounidenses en Faluja de “excesivos actos de represalia claramente dirigidos a la población civil” y dijo que sus responsables “han cometido crímenes de guerra”.

Asimismo denunció que la primera evaluación en esa ciudad ha revelado que el hospital de Faluja ha recibido ya más de 1.200 heridos graves y 600 víctimas iraquíes, “la mitad de ellos mujeres, niños y ancianos”.

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Situación empeora
Fuentes militares norteamericanos confirmaron la muerte de diez soldados: ocho en un ataque con coche bomba en Mahmudia, uno en el este de Bagdad y otro en la ciudad de Baquba, mientras que las cadenas de televisión árabes Al Jazzera y Al Arabiya señalaron que fueron dos los militares fallecidos en Baquba.

Combates en dos frentes, con ataques urbanos en la ciudad sunita de Faluja y una rebelión de radicales chiitas, una población cada vez más hostil, y un enemigo que explota las vulnerabilidades de la ocupación han convertido a Iraq en la mayor prueba para el poder de EE.UU. desde la guerra de Vietnam, un año después de que el presidente George W. Bush declaró el fin de las grandes operaciones de guerra en el país árabe.

“Otras naciones en la historia han combatido en tierras extranjeras y se  quedaron para ocuparlas y explotarlas. Los estadounidenses, después de la  batalla, solo quieren volver a casa. Y es hacia allí adonde van esta noche”,  había dicho Bush el 1 de mayo de 2003 desde la cubierta del  portaaviones USS Abraham Lincoln, luego de anunciar el fin oficial de las operaciones mayores de la guerra contra Iraq.

Un año después, el Pentágono ha extendido hasta tres meses la movilización de 20.000 soldados y despachó a Iraq más tanques y carros blindados pues los mandos militares se han quedado sin equipos por la insurrección.

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A esto se suma la retirada de tropas españolas, hondureñas y dominicanas y el anuncio de los mandos militares de Gran Bretaña, su más fiel aliado, de que se oponen al envío de nuevas tropas, como informó el diario The Guardian.

En Roma, las familias de los tres rehenes italianos secuestrados en Iraq encabezaron ayer una marcha de 5.000 personas hasta El Vaticano,  donde el Papa Juan Pablo II hizo una “apremiante súplica” en nombre de Dios para que sean liberados todos los ciudadanos secuestrados en Iraq.

Los captores exigieron que en un plazo de cinco días se organizase una gran manifestación en Roma como condición para liberar los rehenes.