Resulta muy difícil desligarse del comentario acerca de los sucesos del medio político cuando hay tanta contaminación y todo, en el país, sufre las consecuencias de este entorno. La incertidumbre, las ambiciones, la duda, la falta de sindéresis política, el desconocimiento de lo que es gobernar y utilizar el poder en beneficio de los gobernados; todo esto agregado a otros errores de dirección y gestión políticas, tienen contra la pared al gobierno del presidente Lucio Gutiérrez.

El buen político es aquel que hace carrera. Aquel que sucumbe al empuje de sus ambiciones, sin evaluar la época y valorizarse a sí mismo, no debe entrar al medio. Cuando hice comentarios respecto a los momentos y circunstancias al que entonces era solo coronel Gutiérrez, ya se percibía la fragilidad, la liviandad, el cabeceo y las discontinuidades que se iban a dar en la seguridad y permanencia del nuevo mandatario.

El tiempo está probando que el novicio aún es fruta verde; que su preparación en el manejo estratégico de las políticas y de los grandes problemas están distantes de las demandas nacionales; que le han fascinado los problemas del pasado y dejado de lado los temas estructurales y lo que es de gran envergadura social y económica.

Las reacciones y observaciones que se le hacen desde los cuatro puntos cardinales del país parecen resbalarle y, más vale, atentar contra su elemental narcisismo y su frivolidad administrativa. La mala selección de colaboradores repletos de ambiciones políticas y económicas va a dar al traste con el Gobierno: algo se percibe a la distancia, porque por mucho que haya interés en los partidos políticos de que no caiga el Presidente, la inercia está carcomiendo las bases de la democracia. Improvisarse en gestión política tiene un alto costo.

Hay que repasar la historia de los grandes fracasos, porque de los éxitos se ocupan las candilejas. Dejarse llevar por la parcialidad de asesores comprometidos con intereses creados resulta, a la larga, caer en el foso. Hay diferencia visible entre el uniforme de fatiga y el traje italiano.

Sentimos que en el país no hay gobernabilidad; que ante los retos globales que el mundo de hoy presenta, la conducción del país no está preparada para afrontarlos; que nuestra economía carece de políticas estratégicas. Se ha preferido el alto costo del conflicto y de las protestas antes que manejar con sabiduría y planificación el excedente del precio presupuestado del petróleo vs. el incremento de dichos precios. Por menos han rodado cabezas.

Al presidente Gutiérrez le será difícil salir del laberinto que ha construido. Las mismas fuerzas lo mantienen víctima de las externalidades, de los viajes para su colección de condecoraciones y fotografías, y los cumplimientos pueriles que trastornan su metabolismo y le restan fuerza, energía y visión para manejar el país.

Pero... vanita vanitates. La vanidad trae miopía y termina en ceguera. Para evitarla, el político que ejerce el poder aprende primero que nada a ver la realidad evitando a los “cronófagos”; a no volverse operativo o activista; a conocer bien el medio en que opera, y luchar contra la tendencia a ver lo que pasa en el exterior con los ojos y las noticias de quienes lo rodean.