En Ecuador y otros países vecinos las empresas de seguridad privada, comúnmente llamadas de vigilancia, iniciaron sus actividades, en su mayoría, dirigidas por ex militares o ex policías, suponiendo ser los más preparados por haber practicado el don de mando y conocer el manejo de las armas.

Esto ha dejado de tener vigencia por la influencia de la tecnología con su hardware, software, procedimientos, y por el análisis de riesgos como gestión fundamental en todo programa de seguridad.

Transcurrieron más de 30 años para lograrse la Ley de Seguridad Privada, la cual señala que la capacitación y entrenamiento del personal de servicio de vigilancia es responsabilidad de los profesionales especializados en seguridad, que debe tener toda compañía prestadora de dichos servicios.

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Pero, una cosa es ser experto y otra ser profesional. En nuestro medio abundan los expertos (empíricos). No culpo a aquellas personas, sino al organismo de control que ha tenido maniatada la preparación del personal que trabaja en seguridad privada, acaparándola como su facultad exclusiva.

Es urgente que los expertos se profesionalicen para que se cumpla la ley indicada, y capacite al personal en las compañías de seguridad privada, a través de centros o institutos. Esto, por derecho, debe reemplazar las pretensiones ilegales de algún reparto militar que pretende capacitar, lucrándose de algo que no le corresponde hacer.

Mucho se bregó por lograr la Ley de la Seguridad Privada, pero hasta hoy estamos peor que antes, pues hay más informalidad, más compañías piratas, más proliferación de empresas de vigilancia nada éticas.

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La globalización, los códigos y estándares internacionales que pasarán a ser ley, no tendrán ninguna contemplación con la crítica situación de las compañías de seguridad privada, en materia de entrenamiento y profesionalización, sobre todo de los responsables que las dirigen, pues esta necesidad debe comenzar ya.

Myr. (S.P.) Miguel Guzmán Ruiz
Guayaquil