Ojalá los malos no le boten a Lucio y le sigan teniendo amenazado nomás, hasta que termine su mandato.

Porque, según estamos descubriendo, cuando está amenazado se vuelve buenito y trata de dar gusto a todos. ¿No ven lo mansa paloma que ha estado en estos días?

¡Ya niabla! Encerradito en el Palacio se pasa trabajando sin diferenciar el día de la noche, llamando a todos sea de día o sea de noche y ofreciéndoles que de ahora en adelante va a cambiar. Cómo será que hasta a los Pachakutik les llamó para decirles que en la próxima alianza nunca de los nuncas les va a volver a traicionar, con tal de que la Conaie no le haga levantamiento. ¡Qué ternura!

Tan bueno está, que hasta acortó su viaje a Chile y se fue de noche para volver de día, aunque él está seguro que se fue de día para volver de noche.

Tan bueno está, que después de que les ofreció a los militares subirles el sueldo, ofreció también hacer la homologación salarial, que consiste en que todos vamos a pasar a ser homologados para que se nos mejoren los sueldos.

Precioso sistema es ese. Lo malo es que hay que tener suerte para que nuestros sueldos se homologuen hacia arriba y no hacia abajo. Por ejemplo, todos quisiéramos que se nos homologue con algún diputado para ganar bastantísimo sin hacer nada. ¿Con quién será de hablar?

Pero para que la homologación funcione, lo que hay que hacer es mantener a Lucio contra las cuerdas, porque si no apenas él sienta que ya pasó el peligro de caerse, ha de decir que nunca habló de la homologación y que le malinterpretaron sus palabras.

Sin embargo, como ahora está buenito no sale a decir eso, sino que deja que salgan sus ministros de Finanzas y de Trabajo a peliarse y, mientras el uno dice que no se puede hacer la homologación porque es de día, el otro dice que sí hay cómo hacer la homologación porque es de noche.

Hasta que los dos terminen de ponerse de acuerdo, ya llega la elección de Miss Universo y todo el mundo se olvida de la homologación para pasar a discutir la noche de las reinas, que es mucho más importante que el día de la homologación.

Y con eso, ¡qué alivio!, se salva Lucio. Y todo gracias a que, por culpa de los malos que le quieren botar, se volvió bien bueno, se pasó trabajando en el Palacio y ofreció, ¡qué inteligente!, otra cosa más que no puede cumplir porque, de tanto que trabaja, ya no puede diferenciar cuándo es de día y cuándo es de noche, cuándo es homologación y cuándo es reducción, cuándo es ministro de Economía y cuándo de Trabajo, cuándo es Gilmar y cuándo es Lión, cuándo es Ximenita y cuándo es Miss Universo.