Son más de 193 fachadas de casas que se pintaron y 340 escalinatas de granito que se construyeron.

La mañana de ayer estaba lluviosa. Pero aquel temporal no impidió la rutina de Carolina Avilés, quien ha vivido los 63 años de su vida en las escalinatas Diego Noboa y Arteta del cerro Santa Ana.

 Ella corría con su pequeña nieta Adriana Cabezas Flores, de dos años, por el portal de su casa donde hoy funciona la heladería que denominó Los Cobos.

Publicidad

“Antes no se podía hacer ejercicio. Todo estaba lleno de lodo y piedras”, afirma Carolina quien junto a la niña sale todas las mañanas a caminar por el cerro.

“Cuando el temporal es agradable salimos y mi nieta corre alrededor de la pileta y pasea por la terraza”, añade.

El temporal también atrasó un poco la instalación de dos mesas de plástico y ocho sillas. “Eso era imposible en el pasado. Había mucha delincuencia y nadie venía”, manifiesta Carolina, quien posee un negocio desde que la renovación urbana envolvió las fachadas y portales de más de 193 casas de la colina, hace tres años.

Publicidad

Pese a que está satisfecha con las mejoras, Avilés asevera que extraña la hilera de hombres y mujeres que llegaban hasta la pileta de agua que está al pie de su casa desde las tres de la mañana. “Era una fila de personas que subían y bajaban con baldes coloridos”, argumenta. Ahora aquella pileta es decorativa porque todos los habitantes del cerro tienen agua potable.

A la altura de las escalinatas 310 está la tienda La Candelaria. Su propietario dice ser un ex árbitro del balompié ecuatoriano, Julio Reyes.

Publicidad

Él sostiene que llegó al sitio hace 30 años y las dimensiones que hoy tiene su tienda son un indicio del cambio.

“Teníamos el negocio pero no era muy surtido. Un día cuando los visitantes empezaron a llegar me pidieron un hidratante, y no lo tenía. Allí me obligaron a ampliar los escaparates y a comprar más cosas”, cuenta. No obstante, hay personas con el rostro triste que deambulan sobre el piso de granito y entre coloridas fachadas. Una de ellas es Rocío Sánchez, quien dice que se le hace difícil olvidar el incendio ocurrido la noche del 25 de diciembre pasado que se llevó a su esposo e hijo.

Ella pertenece a una de las cuatro familias afectadas por el percance que incendió una estructura multifamiliar que permanece cercada.

Los que vivieron allí aún pernoctan en las viviendas de sus padres o familiares en espera de la promesa que el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, les hizo. “Él nos prometió que iba a ordenar la reconstrucción de la estructura multifamiliar. Ya han pasado casi cuatro meses desde entonces y nada”, expresa Luis Albán, quien vive en el cerro desde que se casó con Ema Galán, hace 30 años.

Publicidad

Hugo Landázuri, un habitante que nació y creció en la elevación, también tiene un reparo sobre las mejoras. “Lo que hicieron fue un cascarón. Solo basta con entrar y darse cuenta de que la pobreza aún continúa al interior de las casas”, exclama.

Ese fue el caso de él, de 53 años. De lo que no se queja es del trabajo que tiene desde que las mejoras llegaron. “Laboré en un restaurante y ahora soy guardián de un negocio del cerro”, afirma.

El presidente de la Asociación de los establecimientos, Octavio Villacreses, expresa que el cerro pasó de ser un barrio a un espacio de paseo turístico.

“La primera renovación fue física pero de la mano arrancó también el proceso de acción social que ha sido mucho más lento que el físico”, argumenta. Así está la vida en el cerro, donde hay 75 negocios de toda índole manejados en un 95% por los pobladores de una elevación que cambió.

LO NUEVO
SOBRE LA CASA
El director de Urbanismo del Municipio de Guayaquil, Luis Pérez Merino, manifestó ayer que entregó los planos de la casa  que se incendió del 25 de diciembre  de 2003, a la Fundación Municipal Siglo XXI. No obstante, el gerente de esta entidad, Wilfrido Matamoros, precisó que el Cabildo no le ha entregado los fondos para reconstruirla.

SOBRE LOS NEGOCIOS
Los 50 dueños de restaurantes, fuentes de soda (heladerías) y bares que funcionan a lo largo de las escalinatas del cerro Santa Ana, deberán afiliarse a la Cámara de Turismo de Guayaquil. La inscripción tiene un costo de 20 dólares y después los pagos varían entre 7  y  15 dólares mensuales, según el tipo de negocio y el horario de apertura del establecimiento. Estos valores  se cancelan anualmente.

NO DEBERÁN AFILIARSE
Los propietarios de carretillas, tiendas y locales de artesanías no están obligados a asociarse.