Tiene 14 años. No tiene mucha fluidez para expresarse ante la gente, tampoco domina mucho la escritura, pero sabe que su trabajo cuenta mucho al momento de ayudar a las personas a cargar los alimentos que compran en el mercado de Caraguay (sur de la ciudad).

Alonso Gualli, oriundo de Riobamba, es uno de los once jóvenes carretilleros que ofrece a diario su servicio a los compradores. Con un vehículo de metal, identificado con el número 29, espera desde las 06h30 a los clientes.

Usa una camiseta azul. En el pecho está estampado su nombre y atrás consta que es uno de los carretilleros del mercado de Caraguay. No vacila en decir que tiene dos años en llevar la mercadería que adquieren los compradores en ese centro de abastos hasta los vehículos o casas de quienes viven cerca del sitio.

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Alonso vive en el centro de la ciudad, desconoce el lugar exacto, pero sabe que si se está desde temprano en Caraguay –a las 05h30– hay más posibilidades de ganar bien. El hecho de que algunas personas madrugan para comprar le favorece porque sus otros compañeros suelen llegar pasadas las 07h00.

Lo que gana depende de la propina que den. La recompensa por su ayuda puede variar entre 10 y un dólar. Alonso gana a diario tres o cinco dólares. Sin embargo, eso no lo desanima porque tiene ingresos económicos.

Su jornada como carretillero acaba a las 10h00, pero luego debe ayudar a cortar los pescados, en la parte de atrás del mercado.

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Su compañero de labores, Luis Cepeda, quien tiene 17 años y trabaja también como carretillero, sabe que es una suerte cuando algunas personas dan un dólar.

“Hay otros que dan diez centavos o quince, pero uno no puede decir nada porque es una ayuda que ofrecemos”, refiere.

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Él empezó a laborar desde el lunes pasado y antes trabajaba en el mercado Sur hasta que hubo la regeneración urbana y tuvo que salir del sitio.

Junto a los once chicos hay otras 59 personas adultas dedicadas a la labor de carretilleros. No hay competencia, afirman los mayores, pero aseguran que la gente prefiere más a los chicos.

“La mayoría de los jóvenes trabaja en el día y estudia en la noche”, refiere Francisco Chacaguazei, presidente encargado de la asociación de carretilleros de este mercado.

Los canastos que se usaban en los mercados para cargar la comida cambiaron por las carretillas. Tampoco lucen ropa desteñida. El color azul de la prenda es lo que les identifica como miembros de este grupo que tiene cuatro años funcionando en el mercado, desde que se inauguró.

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Mario Naula, de 15 años y quien tiene dos dedicado a esta actividad, trabaja desde temprano (07h00) y espera en alguna oportunidad volver a retomar sus estudios. “Antes laboraba en un taller de cerámica”, señala.

Los tres jóvenes coinciden en que esta actividad a veces no es bien pagada.

“Queda algo para la comida, y eso es mucho”, indica Naula.