En un informe preliminar, la Cámara de Industrias de Guayaquil ha establecido que cuarenta empresas fueron afectadas por el apagón que tuvo lugar el 12 del presente, a partir de las 06:07 horas. Industrias grandes, medianas y pequeñas detuvieron sus jornadas de producción, lo que se reflejó en grandes perjuicios económicos. Y cito ese daño por ser el más notorio y de más fácil valoración; pero todos sabemos que en el mundo de la industria y el comercio todo está –o debe estar– previsto cronológicamente y forma parte de una unidad que se rompe al detenerse una de sus partes. Los numerosos clientes cuyos pedidos no fueron despachados son pruebas irrefutables. Aunque para llevar la contraria afinen sus sinrazones los partidarios de la hora ecuatoriana y de las velas de cera del País de las Maravillas.

Pero mientras el Conelec investiga quién tuvo la culpa del apagón referido y de los dos restantes registrados en Guayaquil, considero pertinente que se escriba unas líneas acerca de los daños que producen sobre Juan Pueblo y su familia estos cortes de energía.

La suspensión y el reinicio inesperados de la fuerza eléctrica son culpables de la destrucción de sus artefactos domésticos: refrigeradoras, radios, televisores, licuadoras, ventiladores, grabadoras ...La mayor parte de ellos, adquiridos con grandes sacrificios.

¿A quién deberá presentar su queja el ama de casa que tal vez jamás podrá reemplazarlos? ¿Al Defensor del Pueblo? ¿Al Centro Nacional de Control de Energía? ¿A la Corporación Eléctrica (ex Emelec)? ¿O al mismísimo Padre Eterno? Me embargan las dudas, pero me parece que la última opción es la más posible. Y la que menos interferencias burocráticas de alto rango parece tener.

Vale dejar constancia de que las tres suspensiones del fluido eléctrico tuvieron lugar en momentos en que se estaba abriendo paso el optimismo de que no existirán imprevistas suspensiones de energía. La gran mayoría de los ecuatorianos confiábamos en la palabra de los gobernantes en el sentido de que los apagones se acabaron para siempre. Una garantía de ello es la interconexión eléctrica con Colombia, que hasta hoy parece no haber fallado. Otra garantía parecía ser la existencia de tantos organismos de control de la producción y el consumo eléctrico como los mencionados en líneas anteriores. Aunque los pesimistas recuerdan el refrán que cae como anillo al dedo al misterioso juego de la burocracia: “Cuatro manos en un plato causan arrebato”.

Ojalá que el balance de los perjuicios ocasionados por los recientes apagones sirva de impulso a nuestro Gobierno para que intensifique la búsqueda de nuevas fuentes hídricas de energía. Solo así desterraremos para siempre el fantasma de los apagones.