Estas islas y su reserva marina no solo son un patrimonio natural de la humanidad y una de las siete maravillas submarinas del mundo, también son el principal destino del turismo internacional que viene a nuestro país y que aporta como el cuarto rubro de ingresos. Se le causa un gran daño al sector ecoturístico de Galápagos con distorsionadas apreciaciones por parte de líderes de opinión pública que califican a quienes participan de esta actividad de ser monopolios acaparadores y explotadores de la naturaleza y que no dejan nada económicamente en las islas.

Estas apreciaciones falsas e injustas son propagadas por la falta de conocimiento sobre esta actividad y por políticos isleños que buscan los votos del sector pesquero artesanal, en vista de que el sector turístico se ha opuesto a la pesca de tiburones y a la introducción de artes de pesca dañinas. También se ha exacerbado un resentimiento natural hacia las “grandes empresas turísticas continentales” invocando una retórica de lucha de clases, que se aviva en tiempos electorales por la frustración colectiva existente, de que las oportunidades de inversión para la población local son casi inexistentes por falta de capital, capacitación y permisos.

No se debe culpar al sector turístico por esto sino al Gobierno. Sin contar con apoyo del Estado, sin promoción, con altos costos en impuestos, combustible y capital, el sector turístico ha luchado arduamente para competir internacionalmente y ha sido siempre respetuoso con el medio ambiente, a tal punto que es un modelo en el mundo por su excelente manejo. Los sitios de visita con su fauna se mantienen pulcramente limpios y prácticamente inalterados desde que se creó el Parque Nacional hace 40 años.

Gracias a un estricto control por parte del Parque, con la colaboración de los guías y operadores se han evitado perjuicios. Los daños graves e irreparables se originaron con los piratas, balleneros y colonos que inocentemente cazaron y mataron por cientos de miles a las tortugas gigantes para comida, a los lobos marinos para su piel, a las ballenas por su aceite, hasta su casi total extinción.

Estos introdujeron los chivos, cerdos, vacas, gatos, perros, burros y plantas para uso doméstico que todavía siguen destruyendo el ecosistema endémico, que no evolucionó para convivir con estas nuevas especies exóticas. Si no hubiera sido por el ingreso generado por la actividad turística para la población local y por los impuestos al turismo, que financian en una muy significativa proporción al Parque Nacional y a los municipios, ya no quedarían especies endémicas que ver, porque ya se las hubieran terminado de comer, talar, extraer, aletear, procesar, congelar y exportar. El turismo le da un valor más alto a este capital ecológico ya que busca preservar a las especies vivas e inalteradas en su hábitat natural y evitar la menor interferencia humana posible.

Esta actividad requiere de una naturaleza prístina para mantenerse y progresar. Los turistas no vienen a ver unos pocos animales asustados en lugares degradados por la basura. El turismo ecológico bien controlado ha demostrado ser la actividad económica menos dañina y es considerada como la salvación para las áreas naturales en todo el mundo. Ahora hay que incorporar al sector pesquero artesanal a las actividades turísticas, para que estos no se vean obligados a recurrir a prácticas dañinas e ilegales para subsistir. Esto se lo puede lograr promoviendo un modelo de turismo con base local, capacitación y líneas de crédito blandas para desarrollar nuevas modalidades turísticas que han sido planteadas desde hace mucho tiempo como alternativas económicas viables.

* Empresario turístico