El tan debatido problema de la falta de políticas culturales de los gobiernos ecuatorianos parece estar superado en la práctica con las actividades culturales y artísticas que desarrollan algunos de los municipios y gobiernos provinciales. No me desdigo de anteriores criterios. Me es evidente, sin embargo, que una acción cultural y artística puede realizarse sin el directo apoyo del Gobierno de turno. Lo que al Gobierno debe interesar es fijar grandes líneas de acción dirigidas, sobre todo, a la difusión de los productos artísticos y de investigación. Lo evidente es una incesante actividad que municipios como el de Quito, el de Guayaquil y el de Cuenca, para citar unos ejemplos, efectúan desde unos años atrás con indudable acierto. En Quito, el Festival de Música Sacra no es sino continuación de un programa que abarca géneros y manifestaciones diversos. Las circunstancias son concretas y se reúnen en la declaratoria de Capital de la Cultura en este año. Pero eso ha sido posible por una labor cultural que se inició hace algún tiempo y que ha alcanzado reconocimientos.

Pero no es solo el municipio el que ha asumido esta tarea, sino también entidades de orden público y privado. Así, la Universidad Central presentó menos de un mes atrás un Festival de Teatro, Artes Plásticas, Danza y Música con participaciones nacionales y extranjeras que llenaron la sala de la Facultad de Artes, mientras el Centro Metropolitano de Cultura mostró una interesante selección de obras en papel de Lam y actualmente una del alemán Sigmar Polke. La danza tuvo su apogeo con el Festival en homenaje a la mujer, el teatro con unas Terceras Jornadas por su Día mundial, las artes plásticas y visuales con el Salón para jóvenes de la Fundación El Comercio y la poesía convocó a poetas y oyentes en sus recitales. El concierto de campanas del Domingo de Resurrección replanteó, una vez más, la histórica conjunción de lo musical y lo religioso. que Puede añadirse la presencia de intelectuales y escritores de renombre.

Pero así como hay que saludar y felicitar estas iniciativas, hay que lamentar las decapitaciones producidas no muchos meses atrás en el área de la cultura del Banco Central, que podrían converger a una posible parálisis de las actividades que mayores logros consiguieran para esa institución. Quiero decir que, más allá de las razones que los responsables del Banco tuvieron para la drástica reducción del personal dedicado a esta tarea, se vuelve obvia una disminución de su presencia en lo específico cultural. La participación del Estado, y por tanto del Gobierno, en estas acciones es poca o inexistente. Sin duda desaparecerá en el futuro, sobre todo si faltan por un lado los recursos económicos y por otro las iniciativas. Pero puede ayudar a la afirmación cultural del país y a la creatividad individual por otras vías. La labor de algunos municipios en este sentido es notable. Precisa algunas verdades que algunos ya sospechábamos: que ellos, con imaginación y voluntad, pueden convertirse en impulsores de acciones de vasta proyección cultural y popular a un tiempo. Con los municipios, instituciones como las universidades y politécnicas pueden y deben generar y fomentar que las manifestaciones artísticas. Demás está decir que este pan del espíritu no es menos necesario que el que requiere el cuerpo.