En mayo próximo el rublo ruso dependerá también del euro, lo que reducirá, aunque por ahora en poco, su dependencia del dólar y de los precios del petróleo, de acuerdo a la reforma que prepara el Banco Central de Rusia (BCR).
 
En perspectiva, las autoridades financieras rusas aspiran a que la cesta reguladora del rublo se componga primero a partes iguales del dólar y del euro y luego se complete con las cotizaciones de otras divisas mundiales.
 
De este modo, el BCR que hasta ahora controlaba y corregía con sus intervenciones la cotización del dólar respecto al rublo, ahora se ocupará de mantener estable un "índice bimonetario", basado en cierta proporción de las cotizaciones de las monedas estadounidense y europea respecto a la nacional.
 
Para empezar, el peso del euro en esa cesta que influirá en el precio del rublo oscilará entre el 10 y el 20 por ciento, correlación similar a los volúmenes de operaciones con las divisas europea y estadounidense en el mercado nacional.
 
La reforma responde a varios objetivos.
 
Ante todo, el BCR se liberará de la obligación de intervenir para evitar las bruscas subidas o caídas del dólar, al que estaba condicionado hasta ahora el rublo.
 
Las dificultades de esta tarea se multiplicaron en los últimos meses, cuando el rublo creció respecto al dólar hasta un 12% pese al aumento de la inflación de hasta el 8% anual.
 
La causa fue la subida de los precios del petróleo, uno de los principales productos de exportación de Rusia, y las normas establecidas para los exportadores, que les obligan a vender en el mercado nacional los dólares ganados.
 
Otra razón fue la diferencia entre las altísimas tasas de interés en el marcado interno y las moderadas del mercado internacional, que permitía a la banca rusa captar créditos exteriores para cambiarlos por rublos y prestarlos ya en Rusia.
 
Como resultado, el fardo de la próspera industria petrolera y de la codicia de la banca nacional agobiaba cada vez más a los otros sectores de la economía rusa.
 
La semana pasada el presidente Vladímir Putin recordó al BCR la necesidad de contener la moneda nacional para contener las importaciones, que en lo que va del año crecieron hasta un 20%.
 
En respuesta, recibió las aseveraciones de que este año el encarecimiento del rublo respecto al dólar no superará el 7%, lo cual significa el imperativo de contener y hasta de bajar el precio de la moneda nacional.
 
Sin embargo, la simple intervención del BCR para retener los torrentes de dólares no solucionaban el problema, por cuanto aumentaban la masa monetaria y espoleaban la inflación.
 
Entre tanto, a pesar de que la influencia del euro en la economía rusa ha crecido, en el mercado de divisas su peso era insignificante y hasta disminuía, de menos del 3% en 1999 a 1% en el corriente.
 
En el mercado interbancario, sin embargo, las transacciones rublo-dólar suponen el 75-80% y casi todo el resto corresponde a operaciones euro-dólar.
 
Como resultado, la más o menos estable cotización del dólar se acompañaba por febriles saltos del euro, con frecuencia más barato en Rusia que en los mercados internacionales.
 
Los expertos señalan como principales consecuencias de la reforma, la paulatina "desdolarización" de la mentalidad de los rusos, acostumbrados desde la desintegración de la URSS a guardar sus ahorros en la moneda estadounidense para salvarlos de la devaluación.
 
La paulatina y permanente caída del dólar en los últimos meses hizo que algunos intentasen sustituirlo por el euro, pero su inestabilidad en el mercado ruso les proporcionó no pocos malos tragos.
 
Con la nueva medida, se asegura, el rublo se convertirá en el mejor medio de inversión, ya que el dólar y el euro se compensarán mutuamente de las respectivas caídas.
 
Al mismo tiempo, la mayor flexibilidad que adquirirá el mercado del cambio de monedas tras la reforma conducirá a mayores márgenes de compra y venta, otro motivo para espantar al ciudadano de los permanentes cambios de moneda.