Como en el viejo cine y después de muchos años de inexplicable olvido, con Master and commander: Al otro lado del mundo la gran aventura épica marina está de regreso en la pantalla. La recrea Peter Weir (The Truman Show, La sociedad de los poetas muertos) con una grandiosidad visual, un lenguaje vigoroso y una claridad expositiva, dignos de algunos clásicos –aunque los diferencia de estos su obsesivo realismo–, y con la habilidad indispensable para equilibrar el gran espectáculo y el entretenimiento, el drama humano y el paisaje histórico, la acción y la emoción.

En la película (que se preestrena este fin de semana), los sucesos toman lugar en 1805, cuando Napoleón Bonaparte saca las garras y sus afanes expansionistas conquistan Europa; la Bretaña es la única potencia que se opone y lógicamente se convierte en una fuente de narraciones heroicas y hombres de leyenda. El rudo capitán Aubrey (Russell Crowe) es uno de ellos; un líder fuerte y un brillante estratega, que a diferencia de muchos héroes solitarios, cuenta con la amistad del médico de su navío, Stephen Maturin (Paul Bettany). La relación entre estos dos personajes antagónicos muestra la necesidad de los seres humanos de relacionarse con sus opuestos. Mientras que Aubrey es rudo, decidido y enérgico, Maturin suele ser reflexivo, calmo e intelectual.

Napoleón ha dado carta abierta para que los Corsarios puedan navegar libremente las aguas del nuevo mundo; su verdadera intención es llevar la guerra a los mares de la América. Aubrey y su tripulación del Surprise tienen la misión de impedirlo, algo que parece imposible cuando en un enfrentamiento inicial en los mares sudamericanos, el potencial y la fortaleza de la fragata francesa Acheron quedan impresionantemente de manifiesto.

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Pese a lo épico del título y el tema, la película no es una sucesión de batallas entre naves, sino un acercamiento al lado más humano de la vida de una de estas embarcaciones a principios del siglo XIX. Lo que nos ofrece Peter Weir es un rústico retrato de una rutina con la que decenas de hombres han de aprender a convivir en una ruda prisión, un castillo de mástiles y velas que incluye el sacrificio de la tripulación, la angustia por la muerte, la sed en medio del agua salada y, sobre todo, la amistad que florece luchando con la espada o tocando el violín al vaivén de las olas.

En las actuaciones, Russell Crowe es un soberbio marino y nos brinda otro de sus fantásticos logros histriónicos, aunque la Academia lo ignoró absolutamente para la nominación, quizás debido a que su contraparte Paul Bettany obtiene también un papel sobresaliente que por momentos es mucho más humano y por tanto más identificable para el público. El rudo Aubrey y su noble compañero Maturin llevan muchos años navegando juntos y tienen millones de lectores en  el mundo, pues protagonizan una larga serie de novelas de aventuras que nacieron de la pluma de Patrick O’Brian, que relata un impresionante viaje por los cinco continentes. En el título, Al otro lado del mundo, que también esta incluido en esta saga, es en el que se basa este filme.

Master and commander es un logro maravilloso de Weir, quien se atreve a filmar los clásicos del novelista, reuniendo en una misma realización su sentido bravo de la épica y su sensibilidad reflexiva. El diseño de producción es magnífico, al igual que los efectos visuales y sonoros, estos últimos verdaderamente impresionantes.

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Rodada en locaciones reales (es la única cinta que ha filmado escenas en las islas Galápagos) y en los estudios de Baja California donde se realizó Titanic. La película se consolida como un viaje de 139 minutos a través de los océanos, descubriendo la gloria heroica de la batalla y la intelectual aventura del conocimiento humano.