Lucio Gutiérrez ha vuelto a la crisis de diciembre, cuando su partido “perdió los estribos” frente a la Izquierda Democrática y corrió el rumor de un cambio presidencial. Entonces, le salvó la incorporación al Gabinete de Raúl Baca y la promesa de corregir errores. Para entonces, también, como ahora, el Partido Social Cristiano puso en marcha su conocido juego de apostar a dos cartas: la continuación o la salida de Gutiérrez.

Al parecer, el Presidente no entendió lo que ocurría ni valoró el ingreso de Baca, que con paciencia y con riesgo ha soportado las constantes zancadillas del propio régimen y su partido. La última, colocar en Pacifictel a quien Baca destituyó del Ministerio de Gobierno, Fernando Larrea. Si Baca demostró su desconfianza por el modo cómo Larrea ha “husmeado” por dos décadas en buena parte de las tiendas políticas, Lucio ha menospreciado los actos de su Ministro de Gobierno, y ha optado, nuevamente, por personajes sobre cuyos antecedentes no se detiene al momento de elegirlos.

¿Acaso actúa el Presidente convencido de que, por salvar la estabilidad democrática, todos están resignados a que concluya su mandato?

Todo su equipo familiar y militar le ha fracasado. Desde el arrogante despiste del ministro Arboleda hasta los síntomas de corrupción que aparecen en torno a los militares en activo integrados al régimen. Provoca lástima mirar a su hermano y a su primo dando manotazos de ahogados en el cenagoso escenario del Congreso.

Para salvar su régimen, Gutiérrez no tiene muchas opciones. Una de las pocas es modificar a profundidad su comportamiento en el campo petrolero librándose de una vez por todas de su Ministro de Energía; entregar el control de la política interna a Raúl Baca, marginando de raíz las interferencias de la camarilla que compone el partido Sociedad Patriótica y colocando las políticas sociales en el primer plano; replantearse los términos de su relación con todos los partidos políticos; trazar límites a los caprichos de Mauricio Pozo que ha confundido “riesgo país” con lo que es un país en riesgo; y contar hasta 10 antes de decir o decidir algo.

No hay cómo pedir más.

Con Gutiérrez no va a avanzar reforma política o económica alguna; con él no vamos a replantearnos modelo alguno y la inercia que rige a nivel internacional continuará ejercitando injusticias y despojos.

Resulta paradójico decirlo, pero la posibilidad de continuidad de Lucio Gutiérrez depende de la distancia que Lucio Gutiérrez tome de su propio gobierno. Su permanencia en el poder es inversamente proporcional a su protagonismo en el poder. Su gobierno ha fracasado. Todos sus gestos políticos se han desgastado.

Ya ni siquiera es un problema de credibilidad. Ya nadie habla de la credibilidad de la palabra del Presidente. Ya se agotaron hasta las palabras. Hay una indiferencia ante todo lo que venga de Gutiérrez y de su entorno. Un observar cansino la sucesión de errores. Le corresponde, tal vez, presidir otro gobierno. Garantizar, simplemente, desde la presidencia, la estabilidad política. Nada más.