La dañada credibilidad de Tony Blair enfrenta una nueva prueba esta semana, cuando el primer ministro británico se reúna con el presidente estadounidense George W. Bush para tratar el tema de la violencia en Iraq.
 
Blair, quien se reunirá con Bush este viernes en la Casa Blanca, debe mostrar que están equivocados quienes dicen que la "relación especial" de Londres con Washington sólo reporta beneficios a este último, señalaron analistas.
 
La guerra en Iraq dividió a Gran Bretaña, y el fracaso en encontrar armas de exterminio en ese país aplastó la confianza pública en Blair y dañó su autoridad dentro de su partido Laborista.
 
La insurgencia iraquí, las duras tácticas militares estadounidenses y el discurso beligerante de Bush han avivado más la incomodidad por la alianza anglo-estadounidense tanto entre los británicos como en las filas laboristas.
 
La situación de inestabilidad en Iraq se produce en un momento delicado para Blair, quien se prepara para un posible revés en elecciones locales y europeas en junio, y tropieza en temas delicados, como la inmigración que podrían influir en el resultado de la elección general, prevista para el 2005.
 
"Blair tiene que intentar y demostrar que puede tener alguna influencia sobre Bush, para lograr que él (Bush) vea los efectos de la situación en Iraq", opinó Wyn Grant, profesor de política de la universidad Warwick.
 
La impresión de que Blair puede contener a Bush y sus tropas o ayudar a garantizar una resolución de las Naciones Unidas sobre Iraq le daría el tan necesitado impulso a su gestión en Gran Bretaña, señalaron analistas.
 
"Blair servirá a sus propios intereses y a los de su país si es fuerte y juega al duro", dijo a Reuters su biógrafo, Anthony Seldon.