Hace 20 años que Aparicio (53) está en el magisterio. Hace diez años que se creó la escuela y “en el primer periodo fui profesor, al siguiente me nombraron director”, desde allí él se ha esforzado por mantener el plantel, “hasta poner en riesgo mi propia vida”.

Aparicio cuenta que hace cuatro años tuvo que enfrentarse a ladrones, prostitutas, drogadictos, personas vandálicas que habían convertido en un “antro” el local de la institución. “Se metían en las aulas y hacían sus majaderías, los baños los destruyeron”, pero un día “fui y los boté a todos, porque vinimos armados. Me apoyaron padres de familia. Luego me amenazaron, pero no me ha pasado nada”, relata.

En el 2000, “la conserje de esta escuela, Rosa Reinoso, dejó la escuela sin decir nada, nunca más regresó, yo aún guardo su nombramiento”, refiere.

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Desde ese entonces, él decidió ir a vivir a la escuela con su esposa y sus dos hijos. “Construí una casa aquí, para cuidar que nadie entre a la escuela tuve que venir acá”.

Y ahora, como director, maestro y conserje, Aparicio pide con insistencia que la Dirección Nacional de Servicios Educativos (Dinse) termine su labor de colocar el techo de la escuela que, sostiene, ha quedado inconclusa.

“Solo eso falta para que 150 niños inicien las clases”, dice.

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