El documento secreto que detalló el 6 de agosto del 2001 las intenciones de Al Qaeda de atentar en Estados Unidos ha abierto nuevos interrogantes sobre la acción del gobierno para evitar los ataques y ha dejado a la Casa  Blanca a la defensiva.

El presidente de EE.UU., George W. Bush, reiteró ayer que “no había nada allí (en el documento) que dijese: hay un atentado inminente”.

“Eso no era lo que el informe decía. El informe era una especie de historia de las intenciones de Usama Ben Laden”, dijo Bush en Crawford (Texas) junto al presidente egipcio, Hosni Mubarak.

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Sin embargo, el documento sí afirmaba que había agentes de Al Qaeda en Estados Unidos, que podrían estar preparando el secuestro de un avión y que EE.UU. había recibido una advertencia de un posible atentado explosivo.

Pero el documento, que Bush recibió en persona en su rancho, en lugar de acallar las críticas ha planteado una nueva pregunta: ¿Qué hizo el gobierno para responder a las amenazas descritas en él?

Eso será lo que tratará de dilucidar la Comisión que investiga los atentados del 11-S –que pidió la publicación del documento– en sus audiencias de hoy y mañana, en las que evaluará la labor de los servicios de  inteligencia y seguridad estadounidenses.

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Entre los testigos estarán los directores de la Policía Federal (FBI), de la Agencia Central de Inteligencia (CIA)  y el fiscal general.