El IX Festival Iberoamericano de Teatro concluyó ayer en Bogotá tras 17 días en los que los asistentes tuvieron todo “un mundo para ver”, lema de la edición de este año.

Por los escenarios, tablas, locales, recintos especiales, parques, calles, una plaza de toros, coliseos y otros grandes espacios, como la céntrica Plaza de Bolívar, se pudo ver el constante despliegue de escenografías y el trabajo de más de 1.200 artistas y técnicos.

Cerca de medio centenar de compañías y grupos de 36 países de los 5 continentes, encabezados por España, “país invitado de honor”, coparon los espacios para la dramaturgia, la danza, la música y la expresión corporal. 

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Desde el pasado 26 de marzo, Bogotá estuvo inundada por mimos, payasos, bailarines, acróbatas, actores, directores, dramaturgos de distintos estilos, y músicos.

En la retina de los espectadores quedó la lluvia del arroz dorado de Las canciones de los caminantes, del grupo taiwanés Lin Hwai-min. También el cuerpo brillante, desnudo y dorado de la bailarina Lizbeth Gruwez, en la obra Cuando el hombre principal es una mujer, del belga Jan Fabré, o los artificios de colores de Xarxa Teatro, de Valencia (España).

Para los melómanos quedan las inolvidables presentaciones de la mexicana de origen costarricense Chavela Vargas, del cantaor español Diego El Cigala, quien estrenó en Bogotá, La Pasión según San Mateo, o el homenaje flamenco de Miriam Méndez y Los Lozada.

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El festival de las artes escénicas más grande del mundo “por su capacidad de convocatoria, su cantidad de funciones y su diversidad de géneros”, según la actriz argentino-colombiana Fany Mikey, motor y alma de la cita cultural, sobrepasó este año todas las expectativas.