Miércoles por la noche, un poco antes de las 19h00. Las calles de la ciudad son un desatino. Parece que todos los autos transitan en ese momento, lo que se percibe es como un hervidero, un caos creciente y desesperante que el calor vuelve más insoportable. Todavía es invierno.

Miguel Ángel Flores (26) tiene que encontrarse con su chica en las puertas de Cinemark. Tatiana Gómez (25) lo aguarda pacientemente. Antes habían quedado para mirar Regreso a Cold Mountain, que protagoniza la insoportablemente bella Nicole Kidman.

Ir al cine ahora es necesariamente tener que introducirse en un centro comercial, las otras opciones son los de la avenida 9 de Octubre o MAAC cine en el Malecón 2000.

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Tatiana llega un poco antes de la hora prevista para pegarse una vuelta por aquella inmensidad. Desde que baja del taxi por el que tuvo que pagar $ 3,00 (curioso que todas las carreras se negocien a partir de esta cifra) y sube por las escaleras, ya que el ascensor tarda demasiado, se introduce en un mundo de luces encendidas todo el tiempo, guardias por doquier, algunos hasta con perros.

Escaparates que gritan la oportunidad de siempre consumir cualquier cosa. Locales de comida, muchos de ellos son franquicias extrajeras. Un gran campo, donde se podría jugar perfectamente al fútbol, atestado de mesas, sillas y gentes. Mucha gente. Más gente. Olor de frituras. Bullicio que no cesa.

Mall del Sol, en el norte de la ciudad, es uno de los lugares obligados para el encuentro de los guayaquileños, sobre todo, de aquellos que tienen posibilidades para comprar. Miguel tarda. Tatiana desespera. La vida que se va con el tiempo en minutos bobos. Otra vuelta. Va a las cabinas para llamar por celular, así ahorra unos cuantos centavos. No contesta. La comunicación falla. La excusa de la telefónica será que es una hora difícil y las líneas se saturan. Ya lo sabe. Más de lo mismo.

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Cuando Miguel llega ya no hay entradas para la función de las 19h45. Es el día loco y el precio es 2 dólares, no el habitual $ 3,00. Entonces empieza otra función. La disputa. ¿A qué otro centro comercial pueden ir para ver la cinta?
Sentados en el patio de comida discuten la mejor opción.

Eso es un espectáculo aparte. Hasta su mesa llegan las voces de la gente sentada en otras mesas. Las miradas que rebuscan la condición económica de los presentes. Los celulares que asoman por todas partes. Hay que  ponerlos de manifiesto. Todo el mundo tiene derecho a mirar que todos tienen celular.

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Es como un juego. Gente que se deja ver por ahí como quien no quiere la cosa. Los saludos. Besos. Presentaciones. A todos les gusta ser vistos. Nadie desea ser ignorado. ¿Comemos? Mejor un café. Unos churros. ¿Entre Ríos o Los Ceibos? Gana San Marino, está más cerca de sus casas.

Vuelta a la calle para tomar un taxi. $ 1,50 nada más. San Marino (Avs. Francisco de Orellana y Plaza Dañín) tiene otro estilo de construcción, pero solo por fuera. Dentro sigue siendo como cualquier centro comercial del mundo.

Para evitar sorpresas, Miguel Ángel y Tatiana corren hasta las boleterías. A pesar de que la presentación de Regreso a Cold Mountain en Supercines es a las 22h10, es mejor tener las entradas. Luego de discutir con un chiquillo que pide dinero de pie junto a la taquilla, se van por otra vuelta. Ahí cerca está Tower Records, no van a comprar, pero mirar nunca hace daño, y también se puede escuchar música gratis.

Veinte minutos antes de la función se arman con dos combos. Hot dog más cola mediana $ 3,90, canguil grande más cola grande $ 3,90. La película aguanta. Pero es una lástima para Miguel y Tatiana, que muchos de los que asistieron a esa función, confundieran la sala  de cine con un lugar donde se puede hacer de todo, menos observar una película.

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