El discípulo a quien Jesús amaba, no necesitó las apariciones, ni el encuentro personal con el Señor para creer. El sepulcro vacío fue un signo de la resurrección del Señor y, a diferencia de Tomás, creyó sin haber visto: Juan es modelo de fe.

2.- ¿Qué compromiso nos pide el Señor?
Ser signos y testigos de la resurrección del Señor con nuestra vida nueva y levadura del mundo nuevo iniciado por Cristo. Creer en la resurrección es creer que Cristo está vivo, presente y actuando entre nosotros, aunque no lo veamos.

Creer en la resurrección es descubrir a Cristo presente en los signos dejados por él, y que revelan su presencia. En la Iglesia, que prolonga su enseñanza y comunica al mundo su vida nueva.

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En la Eucaristía, que inyecta en nuestra vida y en la historia la fuerza del resucitado que libera y crea fraternidad. En los Evangelios, que nos ponen en contacto con su vida y su mensaje. En nuestros hermanos más pobres.

En nuestra propia historia: en la solidaridad, en las aspiraciones de justicia y liberación de nuestros pueblos. Creer en la resurrección nos compromete a proclamar a nuestros hermanos, con nuestras palabras y con nuestra manera de vivir  como mujeres y hombres nuevos, que Cristo vive, que Cristo nos ha liberado, que Cristo es nuestra verdadera esperanza.