Como un simple sacerdote, sentado sobre su trono con ruedas detrás de un biombo, el Papa Juan Pablo II confesó este viernes santo a once pecadores de diferentes nacionalidades en la basílica de San Pedro, como lo hace desde que fue elegido pontífice hace 25 años.
 
Incapacitado por la enfermedad de Parkinson, el anciano potífice, que en mayo cumplirá 84 años, no pudo ser instalado dentro de uno de los  confesionarios de la basílica, como lo hacía anteriormente, por lo que fue  creado uno especial para la ocasión.
 
Escondido por el biombo colocado al lado derecho de la basílica, el  pontífice escuchó a los peregrinos, quienes arrodillados sobre una tarima contaban sus pecados.
 
Once fieles --seis mujeres y cinco hombres --, entre ellos un minusválido y  una española, que se agregó a último momento, se confesaron ante el jefe de la  iglesia católica.
 
Juan Pablo II lanzó hace dos años una verdadera campaña dentro de la  iglesia para que se reanude la práctica de la confesión, que atravesaba una  grave crisis.
 
En una carta personal, el Papa pidió a todos los sacerdotes que respeten la  doctrina católica y se presten a escuchar "la confesión individual e integral y  a dar la absolución, que es el único medio que permite a un creyente consciente  de un pecado grave de reconciliarse con Dios y la Iglesia".
 
Tras las reformas del Concilio Vaticano II, numerosos sacerdotes imparten  penitencias y absoluciones colectivas, lo que es considerado un gesto  excepcional dentro de la Iglesia.
 
En la tarde, el Papa presidirá la liturgia del viernes que evoca la pasión  de Cristo y luego se trasladará al Coliseo, hacia las 19h15 GMT, para el Vía  Crucis nocturno alrededor del Coliseo.
 
Este año, han sido escogidos para cargar la cruz entre las 14 estaciones,  una joven española de Madrid, un franciscano procedente de Tierra Santa y una  religiosa de Burundi, quienes representan las tragedias que acosan al mundo.
 
Este año, el Papa recibirá la cruz en la última estación, ante la explanada  del Palatino, frente al Coliseo.
 
Catorce estaciones, según una tradición medioeval, serán recorridas,  durante las cuales varios oradores leerán, a pedido del Papa, las llamadas  meditaciones, escritas este año por el padre belga Jacques André Louf, eremita  y ex abate, residente en Francia, autor de numerosos textos de espiritualidad y  misticismo.
 
En el rito, uno de los más sugestivos del catolicismo, participarán miles  de personas y será trasmitido en directo por televisión a numerosos países del  mundo.