El papa Juan Pablo II presidirá hoy, rodeado de extremas medidas de seguridad, uno de los actos litúrgicos más emblemáticos de la Semana Santa, el Vía Crucis nocturno, que se celebra en el Coliseo de Roma, símbolo del martirio de los primeros cristianos.

Debido a las dificultades físicas por el mal de Parkinson y los problemas en rodillas y cadera, que le impiden prácticamente andar, el Sumo Pontífice pronunciará la bendición, pero confiará la cruz que otros años ha llevado por las catorce estaciones, a varios “cirineos”, entre ellos una joven madrileña, en recuerdo de la pasión vivida en España con la masacre terrorista del 11 de marzo.

Tras la vigilia pascual del sábado, el Papa presidirá la misa del Domingo de Resurrección, en la Plaza de San Pedro, que finalizará con la tradicional bendición Urbi et orbe, es decir, a la ciudad de Roma y al mundo.

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Todos los actos estarán rodeados de fuertes medidas de seguridad, que se han extremado esta Semana Santa por la alarma terrorista que se vive en el mundo tras los atentados de hace un mes en los trenes de Madrid.

Fieles y turistas que se acercan a la Plaza y a la basílica de San Pedro deben pasar exhaustivos controles mientras que numerosos policías vestidos de civil velan por la seguridad. Incluso las autoridades italianas decidieron ayer el cierre en horas nocturnas de la transitada Vía de la Conciliación, que une el Vaticano con Roma.

Juan Pablo II exaltó ayer en la basílica de San Pedro el “servicio de amor” de Cristo en su pasión y muerte, en la solemne celebración litúrgica de Jueves Santo, que recordó la Última Cena de Jesús con sus discípulos.

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Por la mañana presidió la Misa Crismal, en la que bendijo los Santos Óleos e invitó a los fieles a ejercer su propia caridad y hacer ofrendas de dinero, que este año irán destinadas a los niños enfermos de Ruanda y Burundi.

Aunque pronunció su homilía con voz clara y fuerte, como ya es habitual en los últimos años, el Pontífice no pudo cumplir con el rito del lavatorio de pies, que, en su nombre realizaron el decano del colegio cardenalicio, Joseph Ratzinger, y el secretario de Estado Vaticano, Ángelo Sodano, con doce presbíteros.