Discrepo con quienes piensan que la película de Mel Gibson es antisemista. Para mí, esta no dice ni enfoca nada en contra de ninguna religión, como tampoco inculpa a los judíos.

Admito que en la producción cinematográfica hay aspectos muy interesantes, pero yo no la volvería a ver ni creo que debe recomendarse a niños o personas demasiado sensibles. ¿La razón?, es muy sangrienta y violenta; muestra de forma brutal las últimas doce horas de vida de Jesús.

Pienso también que la cinta enfoca algo muy importante: en ella no hay palestinos ni árabes. Solo aparecen judíos y romanos. Jesús y la gente que lo rodearon eran judíos.

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En el filme de Gibson, la historia de la Tierra Santa es clara e invita a reflexionar sobre las razones y orígenes del conflicto palestino-israelí. Me pregunto cómo pueden los palestinos decir que Israel es su tierra si hace 2.000 años no poblaban esa región.

Considero que con la producción de Mel Gibson, el público puede percibir cuál es la verdadera historia de Tierra Santa. Dios dijo que esa tierra es de los judíos y así se demuestra en el filme.

Josef Shalev, de 50 años
Judío israelí

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Reacciones sobre cinta son exageradas

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La atracción que siento hacia los largometrajes que dirige el australiano y la controversia que este filme ha generado en el mundo, fueron las causas que me motivaron a apreciar la película, pero  por ningún motivo, porque esta pueda lograr algún cambio en mis convicciones. A diferencia de lo que a otras personas les pueda ocurrir, la cinta no modificó mi percepción de las cosas. Los espectadores dicen que La pasión de Cristo es exagerada, pero por lo que he oído, el director se basó en la Biblia para hacer esa película, si es así, no cabe la palabra exageración. Creo que la cinta está muy bien realizada.

Las reacciones que genera esta película en el mundo son algo exageradas y quizá producto de aquellas personas que quisieron poner en marcha un proyecto como el de Gibson y no lo lograron.

Juan Pablo Calle, 23 años 
Ateo
Obra es dominada por paradigmas patriarcales

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En un mundo así, la construcción fílmica de las figuras de María y María Magdalena adquiere una dimensión digna de ser rescatada. Ambas logran representar la fortaleza interior de que son capaces y la profunda conmoción que les causa el sufrimiento y la muerte del ser amado.

La acción que ellas le imprimen a la historia es de índole diferente: sin caer en los estereotipos de la feminidad a los que estamos acostumbrados, son el contrapeso idóneo de una sociedad eminentemente masculina. Sus rostros transmiten rebeldía y desconcierto; pero, también llevan impresos los signos de una serenidad inusitada ante lo inevitable.

Marena Briones
Miembro del Movimiento de Mujeres de Guayaquil