Desde el punto de vista argumental, pienso que se ciñe a los Evangelios. Con algunos giros de tipo fílmicos, que son capaces de darnos a entender, entre líneas, el mal personificado en el demonio. Ciertamente, este tentó a Cristo desde el momento de su ayuno en el desierto hasta su muerte.

Se ha dicho también que la efusión de sangre es mucha, pero bien lo dice el cardenal Ratzinger: “Ni mares de sangre podrían lavar todo el pecado del mundo como lo hizo la sangre de Cristo y esto es una realidad”. Esa sangre no fue derramada en vano, ni es parte del show business.

También hay algo que seguramente no se toma en cuenta y son los últimos siete segundos de la cinta, donde se ve desinflar el sudario de Cristo y su silueta renace a la vida en la resurrección. Ese es el mensaje: Jesús vence a la muerte y resucita para que nosotros también resucitemos.

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Mons. Elías Dávila
Vicario de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Guayaquil