He escuchado del Ministro de Educación, una respuesta insólita. Entre risas nerviosas, Roberto Passailaigue explicó ante los micrófonos que, debido a que su oficina está en Quito, desconoce qué ocurre en los colegios fiscales de las áreas rurales y de los sectores marginales, donde los colegios no tienen techo y los pisos están anegados, pese a que han sido pocas las lluvias del actual invierno.

Quizás el problema no es de él, sino de mi oído periodístico que hubiese esperado una respuesta coherente y preocupada del funcionario ante una realidad que se convierte con demasiada frecuencia en drama. Hubiera preferido conocer qué se va a hacer de manera urgente para que esos patios anegados dejen de ser criaderos de mosquitos y esos baños insalubres, focos de todo tipo de infecciones.
Donde no hay pizarrones ni pupitres y donde, de paso, los padres están siendo obligados a pagar 25 dólares por cada hijo matriculado, lo que está repercutiendo en impresionantes niveles de ausencia escolar.

Quizás hubiese estado dispuesto a escuchar de Passailaigue hasta una respuesta cliché. De esas que repiten los funcionarios por doquier, cuando son consultados sobre caos, corrupción e ineficiencias administrativas: “estamos investigando”, “estamos tramitando”, “estamos trabajando”. Porque es quimérico también pretender que el funcionario a la cabeza, conozca el detalle del problema, pero sí las características generales, el número global de casos, lo básico. Algo que el Ministro tampoco respondió de manera satisfactoria.

Pero la declaración y la sonrisa del Ministro impresionaron. Y siguió causándome sorpresa cuando, en un aparente intento de contragolpe mediático, pidió a los reporteros que le ayuden a conocer la situación de las escuelas para actuar. Sí, a los mismos periodistas a quienes, a la misma hora, en la misma ciudad, el presidente Lucio Gutiérrez recriminaba por las informaciones que hacen referencia a los desaciertos de su gobierno.

La lógica del Ministro parece, sin embargo, ser el reflejo de la manera en la que el régimen mira al resto del país. Ya lo ha hecho en reiteradas ocasiones el ministro de Economía, Mauricio Pozo, para quien parecen más importantes que las cifras macro de la economía, en el contexto internacional, sean aplaudidas, antes que estar seguros de que los maestros han cobrado sus escuálidos sueldos; las enfermeras tengan vacunas que aplicar; los empleados del Registro Civil, tinta para las huellas digitales; y los de las cárceles, implementos para controlar esos sitios donde lejos de rehabilitar, se desforma a quienes tienen responsabilidad en los altos niveles de inseguridad que sufre toda la comunidad.

Y como ellos, muchos otros son los funcionarios que miran desde demasiado lejos los problemas del país. Problemas que afectan mayoritariamente, justo a aquellos a los que dentro de pocos meses, deberán pedir otra vez el voto.