¿Seguimos pagando la deuda externa y olvidando la deuda social con los conocidos periódicos ajustes? Generalmente reducimos el problema a esta disyuntiva. Esta disyuntiva es una nueva forma de maniqueísmo: los otros son los malos; nosotros somos los buenos. Es verdad que nos hacen pagar la deuda, modificando los términos de intercambio: cuando contraje la deuda, con el precio de los productos de mi país era posible pagar los intereses y amortizar gradualmente el capital –dijo un Presidente–, pero, como ustedes, acreedores, controlan la economía, los precios de nuestros productos han bajado y el de los de ustedes ha subido. Con los nuevos términos de intercambio hemos pagado; y, si no hemos pagado todo, no podemos seguir pagando. Si no se logra formar un club de deudores que negocie con el club de acreedores, un solo país y, además, pequeño, no logra que acepten el razonamiento de ese Presidente; logra, eso sí, que lo marginen de la economía mundial. Los ricos pueden defenderse un poco de esta marginación; los pobres, nada.

La resignación pasiva no es cristiana. Hay que salir del cerco del desorden económico mundial; pero nadie nos va a sacar, si nosotros mismos no damos pasos hacia la libertad. En la reunión había personajes que hablan poco y hacen mucho por el país. A ellos oí una idea, no nueva, pero sí estructurada: No se solucionarán la deuda externa ni la deuda social, si no pagamos la deuda moral. ¿Cuál es la deuda moral? Un reconocido experto enumeró una serie de acciones entrelazadas: 1.- Pagar los impuestos. Pagarlos en proporción a los bienes sociales que poseemos contribuye al bienestar social. Hay que respaldar las acciones que garantizan el pago de esta deuda y la mayor supresión posible de las prácticas corruptas, como evasión de impuestos, aduanas, robo de fuerza eléctrica, pillerías en teléfonos y conductos de gasolina, coimas, etcétera. 2.- Administración no solo honesta, sino también eficiente de los recursos del Estado, es otra forma de pagar la deuda moral. Una tal administración supone: 3.- Establecer prioridades. Ciertamente las necesidades más cercanas a la persona son prioritarias: educación, salud, vivienda. La creación de fuentes de trabajo es otra prioridad. La inversión en obras suntuarias y en armas no es prioridad. La paz con el Perú nos permite destinar menos recursos a la compra de armas.
4.- Suprimir los porcentajes, aceptados hasta por los que se jactan de honestos.  5.- Invertir capitales ecuatorianos en Ecuador. Los expertos afirman que la suma que los ecuatorianos invierten en el exterior es mayor a la de la deuda externa. Si invirtieran en Ecuador, los ecuatorianos no tendrían que salir para encontrar trabajo. El experto en referencia afirmó que el dinero ecuatoriano exportado fue invertido en bonos ¡para financiar la invasión a Iraq! ¿Exportan por malos? Los ecuatorianos tenemos parte de culpa porque hemos satanizado algunas inversiones, por ejemplo, la inversión en bonos ecuatorianos; también, porque antes que hacer nuestra la suerte de empresas ecuatorianas, las hundimos.