El país está colmado de protestas en las instituciones estatales. Todas por pagos salariales pendientes o por conseguir nuevas ventajas. En el primer caso, hay un hecho humano simple: las familias necesitan el pago puntual de sus haberes para vivir, reclamos justos pero que deben mantenerse dentro de lo razonable. ¿Cómo es posible que en la educación ya se haya estado reclamando por los salarios de marzo cuando aún no terminaba y peor de abril (!) cuando todavía no empezaba? Hay también instituciones, como las universidades, que viven casi exclusivamente de los aportes estatales y su mayor esfuerzo consiste en estirar la mano sin preguntarse qué pueden hacer para autofinanciarse. En el segundo caso, hay que ser muy firmes: el país no puede seguir destinando más fondos a mantener un Estado ineficiente e inútil.

Pero, ¿por qué nos sorprenden estos atrasos? ¿Acaso el Presupuesto del Gobierno central no fue aprobado con un déficit de más de 500 millones de dólares? ¿Acaso el financiamiento nuevo que se esperaba del IESS, unos 300 a 400 millones de dólares, no es en sí mismo insuficiente y se requiere aún de recortes en el gasto por 150 millones? Cuando el Presupuesto nace desequilibrado es inevitable un rosario de problemas, porque al final del año las cuentas acabarán cuadrando, pero los flujos son complicados. Para entenderlo pensemos en algunos aspectos claros: I) no todos los ingresos y gastos se dan exactamente en el mismo momento, hay desfases sobre todo porque los impuestos tienen ciclos (por ejemplo el impuesto a la renta se recauda masivamente entre marzo y abril); II) se esperaba este año recibir 750 millones de préstamos externos para pagar 750 millones de vencimientos de capital de deuda externa (algo lógico, es la única manera de mantener la deuda estable y no presionar excesivamente sobre el bolsillo de los ciudadanos), pero los pagos tienen fechas fijas mientras los desembolsos son irregulares; III) el Gobierno necesita el aporte del IESS para cerrar las cuentas, pero este flujo no es necesariamente inmediato y continuo (el IESS se resiste a este financiamiento) y es probable que se haga efectivo hacia el segundo semestre.

Hay gente que se pregunta con aparente razón: ¿cómo es posible que existan problemas cuando el precio del petróleo está altísimo, hay nueva producción petrolera privada y las recaudaciones de impuestos han aumentado sustancialmente en los últimos años? Es cierto, pero no olvidemos un par de aspectos muy claros: I) cuando los ingresos aumentan, el gasto (y el malgasto) también lo hace en la misma proporción o más; II) el precio del petróleo ha aumentado pero la producción ha caído; III) la ley manda esos ingresos petroleros adicionales a un fondo de estabilización (ahorros para cuando caiga el precio del petróleo, por ejemplo) y a un fondo de reducción de deuda (externa e interna). En consecuencia, la idea de que “tenemos más ingresos y no debería haber estrechez de caja” no es tan obvia.

Pero detrás de esto, el verdadero problema es que el Estado absorbe recursos de manera impresionante y los malgasta extraordinariamente.