La economía de China es el nuevo elemento que preocupa, inquieta y que transformará los planes de globalización de los países desarrollados y de los ídem en desarrollo.

Acaba de reconocerlo Enrique Iglesias, presidente del BID, presente en Lima para asistir a la 45ª reunión multilateral (29 al 31 de este mes). China, lo dijo, “es un problema serio” (EL UNIVERSO, 27 de marzo del 2004).

El “problema chino” tiene muchas consecuencias, derivaciones y efectos secundarios que deberán afrontar nuestro gobierno y el sector privado.  La planificación, la estrategia y las decisiones para el futuro que van a afrontar los sectores mencionados demandarán de ideas innovadoras y creativas más allá de las convencionales.

China está saliendo de lo que Toffler llamó la segunda ola y entrando a la tercera ola, la industrialización que en coordinación con la tecnología y el conocimiento van a conmocionar al mundo. Será en pocos años el alquimista de la globalización. Hay razones para pensar en ello.

Su población agraria (unos 800 millones), la más pobre, está afincándose en las nuevas y modernas urbes; la industrialización de exportación está en plena marcha, lo que significa empleos, nuevas viviendas, aumento en la capacidad de compra, competencia internacional y nuevos patrones de oferta/demanda que a la vez cambiarán las políticas internacionales de países importadores/exportadores, etcétera.

De otro canto, aprecia Iglesias y su criterio se ajusta a la realidad, que América Latina y el Caribe reciben alrededor de 40.000 millones de dólares que vienen de inmigrantes. La cifra es inferior a las inversiones, lo cual indicaría que ese dinero que se remite de otros países, una buena parte es para consumo y el resto para ahorro. China, a no dudarlo, andará tras de esta nueva dirección de los recursos, causada por las nuevas corrientes que se generan por las también nuevas corrientes demográficas.

Estas muestras económicas y  tantas otras más agregadas a las decisiones de política global, están preocupando a los estrategas estadounidenses. Casi ninguno de sus estadistas llegó a predecir la unilateralidad internacional de su nación que ahora afronta  el desequilibrio al desaparecer la Unión Soviética.

La penetración china arreciará. No creo que sus ambiciones sean para dominar el mundo geopolítico. Tienen una barrera difícil de franquear: sin embargo, el idioma inglés, universal en los negocios, cada vez se populariza más en ese país. Cuando mis inquietudes culturales me permitieron visitar universidades en Estados Unidos, me asombró ver tantos estudiantes chinos y asiáticos.

Tengo para mí por algunas razones, más otras de calibre político, que el TLC es una nueva arma protectora de los intereses estadounidenses. La  buscada reelección de Bush, el deterioro de la imagen de Estados Unidos y sus instituciones dominadoras, las bases militares, la presencia de Brasil, los gobiernos de izquierda en América Latina, la influencia del euro y  de la política cada vez mayor de la UE; el terrorismo catastrófico y la narcoeconomía, ponen, en conjunto, a la defensiva a Estados Unidos mediante tratados. No obstante el poder que tiene ahora, es posible que los países pequeños comiencen a unirse para protegerse de la influencia.