Es temprano (08h30) y en la cuadra de Diez de Agosto y Rumichaca, en el centro de Guayaquil,  ya comienza el desfile de camionetas. Las hay de toda marca, año y color.  Aunque la más frecuente es la que tiene compartimentos formados por  paredes de madera de dos metros de alto,  para albergar  todo tipo de carga liviana sin problemas.

Las partes delanteras están cubiertas en su mayoría de coloridos artículos  que sirven como adorno.

Son los camioneteros, que deambulan por la zona entre locales que expenden colchones,  camas de  metal y madera y hasta  soportes para toldos.  

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Uno de ellos es Gonzalo Urgilés, quien  realiza  “la rebusca” como se refiere a la búsqueda incansable de clientes.

Su camioneta roja es su acompañante desde hace 25 años cuando la calzada no era más que una masa de lodo y las veredas estaban ocupadas por comerciantes que hacían su feria libre. Aquel panorama ahora  ha desaparecido. Pero no su ímpetu y su  auto con el que  recorre tres cuadras de una de las calles más comerciales de Guayaquil: la Rumichaca.

No obstante, se considera camionetero desde 1972 cuando llegó al sector  y alquilaba autos para hacer los fletes.

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En aquellas esquinas donde el comercio abunda en cada metro  se concentra desde las 07h00. Allí  avanza poco a poco, de puesto en puesto, en busca de un cliente que necesite de sus servicios. “Antes no se hacía la rebusca. Solo me estacionaba y las personas llegaban y solicitaban mis servicios”, recuerda Urgilés. 

“Hacer eso ahora sería ahorcarse uno mismo el pescuezo”, expresa mientras deja estacionada  su vieja camioneta que data de 1977. Después se moviliza por la zona con su menuda figura y un caminar pausado, ya tiene 62 años, para “cachar a alguien”, como él mismo asevera.

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Todas  las personas que compran  mercadería de envergadura (así llaman a los colchones, muebles para dormitorios o cualquier objeto que requiera el uso de una camioneta para su transportación) son su blanco.

“Nos da vergüenza seguirles e insistirles tanto. Pero no nos queda otra. Cuando piensan que somos delincuentes nos retiramos”, indica.

Esa es su rutina para lograr unos 12 dólares diarios con los que mantiene su casa ubicada en la 24ª y Bolivia, al sur de la ciudad. Ahí vive con su esposa. “También era comerciante pero la dolarización tumbó mi puesto”, señala resignado.

Desde hace quince años le sigue las huellas el azuayo  Teófilo Castillo Samaniego. Él, en cambio,  se dedicaba a entregar embutidos en las tiendas en su vieja Toyota azul también del 77. Pero después observó que el negocio de alquilar su vehículo era lucrativo. “Eran otros tiempos. Allí nadie nos molestaba”, afirma.
  
Los dos y otros 50 socios formarán la Cooperativa Rumichaca, para así acceder a un permiso de operaciones. Para ello deben también renovar el parque automotor. “Casi todos los autos son del 70. No sé qué vamos a hacer”, se  pregunta Teófilo.   

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El subdirector de la Comisión de Tránsito del Guayas, Patricio Rivera, ratificó ayer que los operativos continuarán aunque con menos intensidad. “Es un problema social al que vamos a dar solución”, especifica. El primer paso será hacer un censo para determinar el número de camioneteros que hay en la provincia. En la base de datos de la CTG constan 341 inscritos en 20 asociaciones, compañías y cooperativas. Pero son muchos más.    Solo del otro lado del río  hay unos 25 agrupados en la Cooperativa Luis Santos. Ellos  están más organizados y se concentran en la avenida Nicolás Lapentti del cantón Durán, junto al paradero de las cooperativas de transporte.
 
Allí transcurren los días de Tomás Fuentes, quien ha pasado 20 de los 51 años que tiene haciendo fletes. “Trabajé en una empresa de café, pero cuando pasas los 40 las puertas se te cierran y el empleo escasea”, comenta. Por ello, no le queda otra que rodar.