Marzo se nos fue sin gloria, con muchas penas. Mañana será abril, mes cargado de incertidumbres, ahíto de arrepentimientos, repleto de odios causados por promesas incumplidas y por una loca y desenfrenada carrera hacia el “no sé a dónde” que hoy nubla el horizonte del 88% de los ecuatorianos.

Mañana en Italia al igual que en otros pueblos de la Unión Europea se gastarán bromas y se difundirán mentiras graciosas como nosotros estilábamos cada 28 de diciembre cuando en Ecuador todavía existían los inocentes.

La economía nacional nos adeuda respuestas; la salud debe mejorar; las obras públicas de interés nacional hacen mutis por el foro; nuestro petróleo sufre una de sus más duras crisis mientras los estómagos de millones de ecuatorianos empiezan a convertir sus sueños en urgencias biológicas y sus anhelos en necesidades que deben imperiosamente ser resueltas.

Educación espera también respuestas en este 2004. El próximo 5 de abril, el Litoral ecuatoriano inicia oficial y parcialmente un nuevo año lectivo. A modo de síntesis esbozo algunos de los viejos anhelos de los ecuatorianos, tanto de los padres de familia como de las maestras y maestros dedicados a esta noble misión:

– Hasta cuándo seguirán vigentes normas obsoletas (artículo 313 del Reglamento de Educación) que faculta a la Dirección Provincial de Educación convertirse en juez dirimente de causas perdidas, convirtiendo notas como 02 en 20, sin otro argumento que la necesidad de ese puntaje para que el reclamante gane su año, echando por la borda todo un proceso de evaluación seguido durante un año en las instituciones educativas, sin que sea posible conocer las razones del cambio de calificaciones, por ser sus resoluciones inapelables. Algunas veces, desde esta columna, he rechazado la vigencia de este artículo porque se presta a actuaciones dolosas de parte de las autoridades de turno; jamás se dio paso a una revisión del mismo o a la supresión de su vigencia. ¿Por qué? “Piensa mal y acertarás”, me dijo un colega que más sabe por viejo que por diablo.

– Hasta cuándo debemos esperar el advenimiento de una nueva Ley de Educación que fije un norte más comprometido con la transformación de nuestro pueblo, una ley que no consagre injusticias ni que haga discriminaciones; una ley que obligue a los ministros de Estado a cumplir a tiempo con sus obligaciones so pena de ser destituidos, evitando así paros y huelgas que dañan y menoscaban la función orientadora de los maestros; una ley que impida que la dirigencia clasista del magisterio esté uncida a una determinada tienda política; una ley que obligue, que motive y encauce.

– Hasta cuándo mantendremos la ambivalencia en nuestra organización educativa. Unos botones de muestra: tenemos una educación básica que dura diez años y además tres años de bachillerato; sin embargo, la Dirección Provincial de Educación todavía exige la adquisición de una especie valorada para el certificado de haber terminado la primaria que ya no existe, documento indispensable para ingresar al colegio, que tampoco existe como tal.

¿A quién interesan estas minucias? Al “poder”, hoy como ayer, le interesa dónde está la plata. ¿Verdad, amigas y amigos?