Los hinchas animaron a la Tricolor en el partido que jugó con Argentina.

Los gritos de Jorge Ospina se escuchaban desde las 15h00 en los bajos del hotel Crowne Plaza, ubicado en la avenida 9 de Julio y Lavayén, en pleno centro. Él se vistió con la camiseta de la Tricolor, pantalón corto y un cintillo. “Hay que gritar hasta romperse el corazón”, dijo el aficionado que vive en la Península de Santa Elena. Él dejó a un lado sus negocios y llegó a Buenos Aires acompañado de dos amigos.

Ospina, de 48 años, era el más entusiasta, parecía un adolescente, con sus gritos que alentaban a los aficionados que esperaban ayer su salida al estadio de River Plate, de Buenos Aires.

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El Loco Ospina, como le apodan, estaba sobrio, como él mismo lo dijo, y estimulaba a los hinchas en el momento que ingresaban al escenario. Ese contagio se fue pegando rápidamente a los 2.000 ecuatorianos que llegaron desde diferentes ciudades del país.

“Ecuatorianos, ecuatorianos…”, se escuchaba fácilmente en el estadio. Los aficionados empezaron a sacar sus banderas y las colgaron en la platea del área de Centenario hasta coparlas totalmente. Allí carteles y pancartas identificaban a grupos de apoyo de las diferentes ciudades del Ecuador. También estaba uno que decía: “Santa Cruz está con la selección”.

El tumulto de compatriotas se diferenciaba del resto de los aficionados argentinos, que aún ingresaban en el inicio del encuentro. El entusiasmo empezó a extenderse en el momento que ingresó Ecuador a la cancha. Allí empezaron a corearse los nombres del Agustín Tin Delgado, Ulises de la Cruz, Jaime Iván Kaviedes, José Cevallos, Marlon Ayoví. En gratitud a ese aprecio y esfuerzo de viajar a Buenos Aires, Geovanny Espinoza alzó sus brazos y los aplaudió bastante emocionado.

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Contraste con gauchos
Cerca a los ecuatorianos, en la platea Centenario baja, había unos 2.000 argentinos, que contrastaban los silbidos de los amarillos, gritando epítetos y alientos a sus jugadores. Pero eso no desalentó a los tricolores.

Sin embargo ese entusiasmo se mantuvo solo en el primer tiempo porque, desde la segunda etapa, el gol de Hernán Crespo y las llegadas ofensivas de los argentinos los apagó. Aunque cerca de ellos estuvo el joven Carlos Mancheno Antón, guayaquileño, que estudia Mercado Exterior en Buenos Aires. Él gritó sin perjuicios hasta el final del encuentro.

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En las gradas Jorge Ospina ya no podía con sus gritos. Él, quien acompaña a la selección a todos los encuentros desde hace doce años, pensó que Argentina podía anotar más de tres goles. Pero se sintió satisfecho porque Ecuador cumplió y no merecía perder.

Al final del encuentro, los ecuatorianos salieron en más de 200 buses del barrio de Núñez, con el mismo orden que llegaron, resguardados por cuatro patrulleros de la Policía Federal Argentina.