Tratando de hablar con Fito, me instalé desde las 17h00 del jueves pasado en el hotel Oro Verde, y desde esa hora hasta las 22h30, cuando una furgoneta se llevó a la gente de La Ley hacia el estadio Modelo y no quedó más opción que seguirlos, nunca lo vi.

Con los que sí pude hablar fueron desde Tenorio, conserje del hotel, pasando por los guardias de seguridad, el chofer, técnicos, fanáticos, los de Cruks en Karnak, personal del hotel que me impedía pasar, músicos de ambas bandas, Gonzalo Aloras, guitarrista de Fito, Pedro Frugone y Mauricio Clavería de La Ley, y muchos más. Pero de Fito, nada.

Fue por eso que no tuve que esperar más de tres horas, como Paola Santamaría que llegó sobre las 19h30, hasta que a las 22h55 La Ley rompió el concierto. Este estaba anunciado para las 20h00 y se suponía que Cruks en Karnak haría de telonero.

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Sin embargo, eso no ocurrió. Según el relato del vocalista Sergio Sacoto-Arias, en el lobby del hotel, problemas de organización impidieron al grupo efectuar las pruebas de sonido, y se vieron obligados a tocar al final.

El estadio no se llenó. Pero unos 3.000 espectadores fueron fieles. Los que aguantaron la espera, la lluvia, el alcohol, el desconcierto, la marihuana, la desesperación; esos que aman la música y vibraron con cada acorde, con cada palabra, con cada gesto, con la entrega –que fue mucha– de las tres bandas. Esos son los verdaderos protagonistas de un concierto que la noche toda no pudo vencer.

La Ley, con Beto Cuevas llegando a lo imposible, en medio del estupendo sonido y el ataque alucinante de la iluminación, se apoderó de las emociones iniciales. Todo el grupo sabe y profesionalmente no se les puede exigir más. El dominio escénico funciona tan bien que parece espontáneo y sobre el escenario la percepción que se tiene es que son una banda mucho más agresiva que cuando se escuchan sus discos.

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No faltaron ninguno de sus éxitos como Animal, Aquí, Hombre, Mentira, Día cero, Ámate y sálvate, Libertad, El duelo. Beto caminó por la plataforma mientras la lluvia bañaba a todos y la noche parecía sin fin. Solo que lo suyo abarcó apenas una hora.

Fito se atrevió con todo, incluso se quitó la camisa, apareció antes de las 01h00, cantó 18 temas, pero quedó debiendo el fabuloso Dos en la ciudad, sin importar los gritos de reclamo de sus fanáticos. Claro que envolvió a los asistentes en una euforia incontenible y sostenida. Lo suyo fue un abuso, porque Guayaquil había esperado demasiado para seguirlo por los caminos de su música, y él lo aprovechó. No hay dudas, Páez siente cada canción y por eso se abandona sin reservas. Todas son sus hijas.

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Tal vez por eso había tantos tirados por el suelo, sin voz y aturdidos, por tanto derroche y otros que debieron ser arrastrados por buenos amigos para rescatarlos del césped mojado.

Lo de Fito impresionó. La histeria no fue pasajera, acompañó desde el inicio cuando apareció formalito y bien vestido y se extendió por cada garganta cuando se fue quedando desnudo. Quizá sean esas las cosas que tanto gustan a sus seguidores y por eso consigue que lo quieran demasiado.

Cruks en Karnak recién pudo hacer lo que más les gusta a las 02h45 de ayer. Tocaron diez temas y se extendieron hasta las 03h30 con los pocos que aceptaron la realidad del tiempo. Fue amor con el público, porque esas no eran condiciones para tocar, pero unas 200 personas aguantaron, entre ellas Andrea Cárdenas (22) que se quedó hasta el final. Otros se marcharon antes, hartos de buena música.