El último atentado en España causó muerte, dolor, rabia, impotencia, pero el aparato estatal, las instituciones públicas y privadas desplegaron todo su esfuerzo con recursos humanos y materiales para ayudar en forma rápida y profesional a las víctimas y sus familiares.

Fueron convocados, otros por voluntad propia pusieron a disposición de los necesitados la ayuda inmediata, incluso la empresa privada, ejemplo válido para motivar a nuestros gobernantes seccionales y nacionales a revisar sus planes de contingencia en caso de desastres mayores.

Lo ocurrido en España provocó un reclamo masivo en contra de la violencia, cualquiera que sea su origen. El terrorismo, mal incontrolable, es difícil de combatir en forma contundente porque causaría más daño. Debemos erradicarlo combatiendo la pobreza, construyendo un país más justo, siendo más equitativos en todo sentido; esa es la única forma de terminar con ese horror que siempre ataca a las personas más inocentes.

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Paula Moscoso Espín
Guayaquil

El pueblo español había salido a las calles para rechazar la alianza con Estados Unidos en la guerra contra Iraq.

De la masacre ocurrida el 11 de marzo del 2004, a exactamente dos años y medio del fatídico 11 de septiembre del 2001, a través de su vocero, el gobierno español engañó a su pueblo tratando de hacerle creer que el grupo ETA fue   el culpable; entonces ¿por qué los otros aliados de la guerra (Estados Unidos, Inglaterra, Italia, etcétera)  reforzaron sus seguridades el mismo día 11 de marzo?

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Si hubiese sido ETA –que es un movimiento netamente interno de España–   las otras naciones no hubieran tenido razón para alarmarse, pero  si reaccionaron de esa manera es porque se sabía que era el grupo comandado por Usama Ben Laden.

Por ese engaño el partido de gobierno español perdió la posibilidad de ser reelegido; esta es lección para que el pueblo ecuatoriano se dé cuenta que las mentiras y prepotencias de un presidente y de ciertos líderes políticos llevan a sus pueblos a grandes masacres.

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Diego Romero C.
Guayaquil