Aunque sus gobiernos niegan estar enfrascados en una carrera armamentista, varios países de Sudamérica están usando la vía menos diplomática para hacer sentir su peso en la región: la adquisición de armas.
 
En el último año, Brasil, Chile, Perú y Colombia han revelado millonarias compras explicándolas como "renovación" de material o "mantención de equilibrios", justificaciones no bien recibidas en sus naciones, que cuentan con urgentes necesidades sociales.
 
"No se está generando una carrera armamentista porque no hay amenaza y no hay posibilidad de guerra externa en ciernes. La compra de material busca modernización o renovar material obsoleto", aseguró Paz Millet, analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Santiago.
 
Técnicamente, una carrera armamentista implica que el incremento del gasto en armas sea mayor a la expansión económica de los países. De acuerdo a este criterio y según los especialistas en defensa consultados por Reuters, estas compras están lejos aún de suponer una espiral bélica.
 
Un estudio del independiente Instituto Internacional de Estudios de Paz (Sipri, por su sigla en inglés) de Estocolmo indica que el crecimiento del gasto bélico en América Latina fue del 2 por ciento entre 1993 y el 2002, mientras que la expansión de la región fue del 2,5 por ciento, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
 
"Las compras de armas obedecen a tres razones que normalmente van sumadas: la obsolescencia de su material; el imperativo de modernización tecnológica; y la competencia estratégica, o sea, si el vecino va a comprar, yo también compro", dijo el profesor de la Universidad Católica de Chile, Emilio Meneses.
 
En algunos casos sí se puede hablar de lo que Meneses llama "competencia histórica", como lo que en el pasado pudo existir entre Brasil y Argentina y que hoy se reproduce entre Perú y Chile o Colombia y Venezuela.   
 
Menú de desembolsos
 
Brasil, que por su tamaño no tiene parangón en peso específico en Sudamérica, está cerca de anunciar un contrato de compra de 12 jets cazabombarderos por 700 millones de dólares, que forman parte de un plan de ocho años por 3.350 millones de dólares para su Fuerza Aérea.
 
Su otrora rival, Argentina, no ha invertido grandes sumas en los últimos años, cediéndole el paso de primer actor a Brasil, debido a una crisis económica que llegó a su punto cúlmine en el 2001 y que la obligó incluso a reducir sus fuerzas armadas.
 
Chile es el país mirado con mayor recelo por su consumismo bélico, debido a que es un actor menor en el contexto regional, pero que exhibe una estabilidad económica modelo, que le permite darse el lujo de comprar 10 cazas F-16 estadounidenses para "renovar su flota obsoleta", como dijo el gobierno.
 
Los aviones se sumaron a 200 tanques Leopard y dos submarinos Scorpene encargados a mediados de los 90 y cinco fragatas usadas -una inglesa y cuatro holandesas-, cuya adquisición fue recientemente anunciadas y que llegarán entre este año y el 2007.
 
"Chile ha mantenido una línea de compras al año. Es que tiene lo que otros no tienen, la famosa ley del cobre", dijo Millet.
 
Una ley heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) obliga a que el 10 por ciento de las ventas anuales de cobre de la estatal Codelco financien las compras de armas.
 
Pero la regularidad de las adquisiciones chilenas despierta de todos modos suspicacias. Y para acallarlas, Chile llevó a cabo un plan de transparencia bélica con Argentina y ahora está empeñado en hacer lo mismo con su principal crítico, Perú.
 
Sin embargo, estos vecinos que en los foros se tratan como "hermanos latinoamericanos", a la hora de pensar en seguridad interna se miran con sospecha.
 
"Los impulsos mayores de compras vienen aparejados con un cierto grado de exacerbamiento de suspicacias y tensiones históricas. Y si no hay control sobre eso, pueden fácilmente devenir en una suerte de carrera armamentista", advirtió el analista de defensa peruano, Gustavo Gorriti.   
 
Consumismo bélico
 
Los organismos multilaterales temen que el frenesí de compras se transforme en una carrera propiamente tal.
 
Según un estudio de la CEPAL, en la década de los 90 esta "pacífica" región -que sólo sufrió un conflicto real, aunque interno, en Colombia, y otro muy acotado en el tiempo, entre Perú y Ecuador- experimentó el mayor aumento en gasto militar del mundo.
 
El Instituto Internacional de Estudios de Paz avala el cálculo: en 1993, el gasto regional en defensa rondó los 17.500 millones de dólares y en el 2002 esa cifra se elevó a 21.000 millones.
 
Prueba de lo difícil que es resistirse a este fiebre fue lo ocurrido con el presidente peruano, Alejandro Toledo, quien llamó hace dos años a sus vecinos en general y a Chile en particular a detener las compras de armamento.
 
Pero la presión interna y su bajo respaldo ciudadano lo hicieron replegarse: hace una semana anunció la compra de cuatro fragatas a Italia para equilibrarse con su vecino del sur.
 
Los buques se agregaron a 18 aviones MiG 29 bielorrusos comprados por el derrocado Alberto Fujimori a mediados de los 90. Sin embargo, apuntaron analistas peruanos, varios de estos jets son inservibles, pues no cuentan con repuestos ni técnicos, y fueron comprados sólo como un acto exhibicionista ante la opinión pública del país.
 
"La lectura actual del Perú (...) es que existe un cierto balance militar favorable a Chile", dijo Gorriti.
 
En medio de su guerra civil que dura ya cuatro décadas, Colombia anunció en febrero la compra a España de 40 tanques AMX-30 en 6 millones de dólares.
 
Los tanques estarían destinados a custodiar la red de carreteras y caminos para detener a la guerrilla izquierdista, explicación que no es aceptada por los analistas.
 
"Colombia combate a la guerrilla en selva y montaña, donde los tanques no operan. Colombia se arma pensando en Venezuela, que se está convirtiendo en un peligro potencial", dijo Meneses, aludiendo a la precaria estabilidad del gobierno de Hugo Chávez y a acusaciones que lo vinculan a un eventual financiamiento de la guerrilla colombiana.
 
La tesis compartida por los expertos es que Venezuela, pese a que calificó esta compra de "normal", no se quede atrás y también salga de compras.
 
"Es sencillamente el reflejo del shopping spree, de este frenesí de compras" en la región, comentó Gorriti.