El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) analizará en una reunión en Lima maneras de convertir en inversiones buena parte de los 30.000 millones de dólares en remesas que llegan a América Latina y el Caribe. 
 
"Hay algunas ideas sueltas", dijo su presidente Enrique Iglesias. "Lo que quisiéramos ahora es pasar al debate abierto para convertir en inversión esos enormes recursos que nos llegan del exterior". 
 
El tema será discutido el sábado en una mesa redonda previa a la asamblea de gobernadores del BID, que empieza en lunes. Debido a que su análisis apenas empieza, no se espera, sin embargo, un anuncio importante.
 
"Se requiere desde reformas legales tediosas a hábitos de crédito que en muchos casos no son todavía familiares al consumidor latinoamericano", declaró Peter Shaw, jefe de instituciones financieras latinoamericanas de FitchRatings, la corporación británica que califica papeles internacionales. 
 
Unos 10 millones de inmigrantes caribeños y latinoamericanos envían regularmente dinero a sus familias desde Estados Unidos. La cantidad de remitentes y montos nunca se ha detenido, ni siquiera en los periodos de recesión del país. 
 
El BID rastrea el fenómeno desde hace cinco años y cree que ha llegado el momento de emprender la búsqueda de medios para que las remesas no terminen en las tiendas sino en la promoción del desarrollo urbano y rural. 
 
El año pasado, las remesas llegaron a unos 30.000 millones de dólares, unos 6.000 millones de dólares más del 2002, año en que el Fondo Monetario Internacional ha estimado en apenas 2.000 millones el monto de las inversiones extranjeras directas en la región. 
 
México, país líder en la captación de remesas con más de 10.000 millones de dólares al año -su segundo mayor ingreso después del turismo-, ha estado adelantando algunas medidas para el   uso productivo de las remesas. También lo han hecho El Salvador, Guatemala, Honduras y República Dominicana. 
 
Esos cinco países, que concentran casi el 75% de los ingresos totales de las remesas familiares en Latinoamérica, quizás tengan que contar algunas de sus experiencias en Lima. 
 
Los gobernadores -ministros de finanzas o presidentes de bancos centrales- esperan ver también si es posible la participación de una sucursal bancaria en una operación directa con el remitente para el financiamiento, por ejemplo, de una vivienda en el país del remitente, dijo Iglesias. 
 
Los remitentes tienen ingresos en dólares y sobre esa base la sucursal de un banco regional en Estados Unidos puede abrirles una línea de crédito que sería pagada en Estados Unidos por los remitentes, pero entregada en forma de vivienda a la familia de éstos en Latinoamérica. 
 
"La idea es interesante", dijo Shaw a la AP en una entrevista. "Pero me parece difícil de implementar". 
 
Shaw hizo notar que para acceder al crédito en Estados Unidos se requiere ser residente documentado, un estatus que no tienen todos los remitentes, así como sujetarse a las leyes locales, que incluyen la quiebra personal, una salida financiera casi inexistente en América Latina para personas individuales. 
 
El propio BID ha demostrado que cuando un extranjero se vuelve residente, el envío de dinero disminuye progresivamente en monto y frecuencia. La razón es que un inmigrante legal adquiere derechos para reunirse en Estados Unidos con los miembros más inmediatos de su familia. 
 
Iglesias dijo que "el financiamiento de negocios es otra veta a ser explorada". Mencionó que la India puede servir como modelo de cómo canalizar las remesas a ese sector. 
 
Las ganancias por el transporte del dinero serán otro tema del debate. El BID ha estimado que el manejo de las remesas es un negocio de más de 2.000 millones de dólares. Ecuador es el país más barato para el envío de dinero con un 4,2% y Cuba el más caro con más del 16%. 
 
El BID está promoviendo la apertura de sucursales de bancos latinoamericanos y caribeños en Estados Unidos a fin de que el manejo de las remesas baje su costo promedio actual de 7%. 
 
Muchos bancos ya tienen oficinas en las ciudades de mayor concentración de remitentes. El incremento de su nivel de captación ha sido hasta ahora lento pero progresivo, y el BID lo estima en un 11%. El resto sigue todavía en manos de casas particulares.