El caso del periodista Jack Kelley provocó una autocrítica de los diarios norteamericanos.

Los recientes casos de plagio han colocado a la prensa estadounidense bajo sospecha, al extremarse el control de las informaciones y declaraciones recogidas por los periodistas.

El diario The Albuquerque Journal es uno de los muchos periódicos de Estados Unidos que han empezado a preguntar a personas que han sido citadas en sus páginas si fueron efectivamente entrevistadas y si las citas fueron correctas.

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Otros directores, con la sospecha encima, han comenzado sistemáticamente a usar el buscador Google en internet para cotejar citas de sus propios periodistas y comprobar sin son genuinas o levantadas de otros diarios.

El uso extensivo de internet facilita también que los periodistas encuentren en cuestión de segundos citas o comentarios sobre un tema específico publicado en otros medios.

Los últimos escándalos de periodistas que se han inventado o plagiado sus historias ha creado un clima de alarma y sospechas generalizadas en la prensa estadounidense.

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Estos oscilan entre la autoflagelación del The New York Times el año pasado por el caso de Jayson Blair y la reciente caza de brujas en USA Today, por la excomunión deshonrosa de su corresponsal estrella, Jack Kelley, por inventarse citas y testimonios.

La neoestrella
Blair se inventó o se apropió del material de otros en más de 30 artículos en un ambiente propiciado por unos ejecutivos que querían promocionar a un joven periodista de raza negra y que ignoraron los continuos signos de alarma.

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Según The New York Times, desde que se destapó el caso Blair, más de 10 periódicos han confirmado plagios entre sus propios periodistas y concluye que es difícil determinar si esto se debe a una mayor vigilancia.

En el caso Kelley, el diario USA Today no sale bien parado en la renuncia forzada del que fue durante más de 20 años su periodista estrella y al que presentó en numerosas ocasiones como candidato a los premios periodísticos Pulitzer.

Álex Jones, analista de medios de la Universidad de Harvard, dijo al mismo diario que desenmascarar a Kelley fue un primer paso alentador, pero que esa empresa tiene que cuestionarse su propia cultura editorial, “la que permitió que siguiera adelante con sus engaños por tanto tiempo”.

En la misma línea, Tom Fiedler, director del diario The Miami Herald, dijo que habrá que señalar a los culpables si USA Today quiere arreglar el asunto: “Las personas tienen que asumir sus responsabilidades, especialmente aquellas que estaban en la posición de frenar a Kelley”.

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Bob Steele, profesor de ética del Instituto Poynter de St. Petersburg (Florida), va más allá y dice que los engaños de Blair y Kelley indican una cultura en las redacciones que permite la existencia de esos embustes.

“En el caso de Kelley, no solo es un juicio contra un periodista, sino contra el fallo de todo un sistema de control de calidad”, expresó Steele.

Muchos ejecutivos se muestras escépticos de las medidas de vigilancia contra sus propios periodistas y dudan que funcionen.

Dean Baquet, director de Los Angeles Times dijo al The New York Times que esta es una profesión cimentada en la confianza y que, “finalmente, uno tiene que aceptar o no la palabra de su propio reportero”.