Las pruebas de paternidad no solo se usan en el campo civil, para identificar al padre de un menor, también sirven para los trámites de visado. En el país se utilizan procesos manuales y automatizados para este tipo de exámenes.

Unas gotas de la sangre del bisabuelo paterno y de la abuela materna -ambos de Manta- de una menor de 5 años sirvieron para que la niña se reuniera con sus padres en Estados Unidos.

A las muestras sanguíneas se les aplicó la técnica PCR, que significa reacción de la polimerasa en cadena (Polymerase Chain Reaction, en inglés), y el resultado confirmó la paternidad de la pareja y con ello su hija pudo obtener un permiso del Consulado estadounidense para viajar.

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Ese método, PCR, lo utiliza el Instituto de Biomedicina de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Guayaquil, la única institución que realiza, desde hace un año, pruebas de paternidad en esta ciudad a un costo de 300 dólares.

En Quito, estos exámenes los efectúan la Cruz Roja Ecuatoriana, la Universidad Católica y el Hospital Metropolitano, en este último también se hacen pruebas completas con huesos, pelos y saliva.

De la sangre del menor y de la de sus padres (o de parientes de hasta la tercera generación) se extrae el ADN, esa molécula situada en el núcleo de las células y donde se localiza la información genética de cada individuo, heredada la mitad del papá y la otra parte de la mamá.

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Ese ADN aparece transparente en un pequeño tubo, mezclado con algunas proteínas. Se evapora al ser sometido a baño María y al hidratarlo con agua bidestilada se transforma en un fluido de consistencia más densa que el agua. Este proceso es conocido como salting out y produce una muestra concentrada.

Para aplicar la PCR se toma una pequeña cantidad, se puede trabajar hasta con menos de un microlitro de ese ADN molde. Luego se agregan los primers -secuencias de ADN- suficientes para obtener el número de reacciones o productos amplificados de esta molécula que se desean analizar.

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Estas mezclas van dentro de un termociclador, una máquina donde se somete a las muestras a cambios de temperatura controlados, de acuerdo a cada investigación, de 90° disminuye hasta 40° en cuestión de segundos. Estas variaciones se mantienen por alrededor de dos horas, en promedio, ya que existen algunos programas que tardan hasta cuatro horas para que la cadena de ADN se separe y multiplique millones de veces.

Para los siguientes pasos se aplican técnicas manuales y automatizadas. En la primera se utiliza la electroforesis y en la otra, un secuenciador automático. En ambas, el ADN migra del polo negativo al positivo.

En la técnica manual, el ADN corre en una lámina de gel que luego se tiñe con bromuro de etidio o nitrato de plata para hacer visibles unas barras que luego son analizadas por personal técnico, explica Pamela Toscano, bióloga del Instituto de Biomedicina.

La diferencia con el sistema automatizado es que en este se usan programas de computación estandarizados, que permiten obtener y analizar la información genética de cada individuo: madre, presunto padre e hijo o hija a través de gráficos impresos. Si los resultados son positivos se analizan matemáticamente para obtener los parámetros, que son paternidad o probabilidad de paternidad.

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En Guayaquil se realizan entre una y dos pruebas de paternidad por semana. La aprobación del Nuevo Código de la Niñez y la Adolescencia ha aumentado la demanda de este tipo de exámenes en el último año.

"Las técnicas manuales, que aunque todavía son de utilidad, presentan el gran problema de la subjetividad y dentro de poco quedarán en desuso. La tecnología automatizada, cuyos resultados son mucho más específicos y más sensibles, es la de uso más generalizado (en el ámbito internacional) y terminará por imponerse", opina Dora Sánchez, genetista molecular del Hospital Metropolitano.