Niños, jóvenes y adultos juegan a cualquier hora del día.

El hedor (por acumulación de heces de perro en la acera) no impide que los jugadores de raya (lanzamiento de monedas hacia una línea) se reúnan en la esquina de Cacique Álvarez y Ayacucho, donde antes quedaban los baños públicos.

“Dale pe...”, “Estamos jugando tranquilos, no empieces”, “Págame”, “No me lances la moneda ch...”, “Salió, salió..., yo gané”, “Déjate de lámpara...”, “Oye pórtate bien”, entre otras, son las frases que a menudo escuchan los moradores o transeúntes de esas calles.

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Las palabras soeces, propias de la mayoría de quienes crecen en medio de las calles, avenidas o plazas no producen eco; pero retumban en los oídos de aquellas personas que por curiosidad observan las novedades de la raya.

“Esta esquina se llena siempre. Yo paso todos los días y también me detengo solo a ver jugar. Nada más”, manifestó un vendedor de agua de coco, quien prefirió el anonimato.

Juego con pocas reglas
Pocas son las reglas de juego. Si alguien lanza la moneda y esta cae cerca de la raya gana y cobra la apuesta de $ 0,20. Siempre sale un ganador. Si no atinan a la raya, uno de ellos queda más cerca y se lo proclama vencedor e inmediatamente procede a cobrar. El perdedor debe cancelar 5 o  10 centavos, eso es según lo acordado entre los participantes antes de la contienda.

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Solo se necesita la amplia vereda de Cacique Álvarez, que luego de haber sido pavimentada tiene unas rayas, las que se prestan para la práctica de esta popular diversión. La distancia a la que lanzan puede ser de 4 o 5 metros.

No hay árbitros ni jueces, cada uno oficia como tal. La ley de juego todos la conocen. “Nadie puede sacarle la vuelta a nadie”, coinciden. Los gritos e insultos son armas de defensa, incluso los puños. La medición para ver qué moneda está más cerca a la raya se hace con cuatro dedos de la mano o con el jeme (distancia entre las puntas del dedo pulgar y el índice bien estirados).

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El pasado viernes a las 17h15 jugaban dos grupos. Uno formado por Pablo Castillo, de 16 años y Marcos Guaranda, de 12, ambos vendedores de cola y agua, respectivamente.

Castillo, quien frecuenta desde hace dos meses la esquina de la raya, tenía confianza en una moneda de $ 0,10 y empezó en la banca con 90 centavos. En cambio, Guaranda, que inició con la misma cantidad de centavos, prefirió arriesgar con la de 50.

En el otro extremo lanzaban las monedas José Mesías, de 29 años y Wladimir Cárdenas, de 12. Ambos, vendedores de jugos y frutas en una carretilla. El primero puso en escena 8 dólares y el segundo 3.

Después de unas dos horas de juego, Marcos había perdido todo su dinero contra Pablo, por lo que decidió cruzarse a “probar suerte” con Cárdenas y Mesías, donde le fue bien. Ingresó arriesgadamente a jugar sin ningún centavo en el bolsillo, solo con su moneda de 0,50, pero tuvo mucha fortuna y recuperó lo perdido.

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