“Mi papi dijo que le espere; que ya venía a la casa, pero no vino...”. Diego Moposita, un niño de 11 años, el segundo de los tres hijos de Víctor, una de las víctimas ecuatorianas del atentado del pasado 11 de marzo, en Madrid, España, lloraba desconsoladamente, ayer en la puerta número cuatro del aeropuerto Mariscal Sucre.

En otro costado de la puerta, Mercedes Ushiña, la madre de Liliana Acero, repetía el nombre de su hija, mientras se secaba las lágrimas y contaba a sus familiares y amigos que Liliana era el sostén de su casa y que durante el año que permaneció en Madrid, nunca descuidó en apoyarla, pero el atentado terminó con su vida.

Las escenas de llanto y de dolor fueron repetidas entre los familiares de Moposita y Acero, mientras esperaban los cuerpos de los dos ecuatorianos fallecidos.

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Víctor Moposita será sepultado esta tarde, en el cementerio de Quisapincha, en Tungurahua, y Liliana Acero, esta mañana, en Zámbiza, al nororiente de Quito.