El procedimiento lo conocen todos sus clientes. Primero se acercan hacia la estructura de metal blanca ubicada en Chile y García Goyena, al sur de Guayaquil, para   hacer  el pedido.

Después enumeran lo que comieron y Luis Miranda Morales calcula en su memoria el costo y lo lanza sin apuro. “Son siete dólares noventa”, le afirma a uno de sus más frecuentes consumidores.

Aquella rapidez no causa admiración alguna entre los que lo rodean. “A don Lucho ya lo conocemos,  nunca se equivoca cuando hace los cálculos”, afirma uno de ellos mientras degusta una suculenta hamburguesa.
 
A Luis, sin embargo, la memoria le falla cuando piensa en su pasado. Divaga y no especifica con exactitud sus periplos por la ciudad para vender una de las hamburguesas y hot dogs con mayor tradición de la urbe,  sobre todo, en el ámbito deportivo.

Publicidad

Él ha pasado 45 de los 79 años que tiene (cumplirá 80 el próximo 26 de julio) levantándose a las cinco de la mañana para moler carne,  comprar los productos y preparar uno de los  refritos más deliciosos, en palabras de sus clientes.

“El éxito depende del positivismo de las personas. Cuando me puse el negocio tenía la convicción de que me iba a ir bien y así fue”, recalca mientras camina de un lado a otro  delatando su cojera. Sus comienzos como comerciante de comidas rápidas   fue en el mercado Caraguay y después lo llevó a Salinas “desde antes del gobierno de Velasco Ibarra, en la década del 70”.

Allá todavía existe la Antorcha como decidió ponerle a su negocio en honor a la llama olímpica.

Publicidad

Precisamente su relación  con personalidades del deporte y la política comenzó porque  atendió los bares de los coliseos Voltaire Paladines Polo y Huancavilca, y el de la Piscina Olímpica.
       
Allí conoció al ex presidente  León Febres-Cordero cuando él iba a ver a su hija Mariuxi  que entrenaba en el lugar.  “La iba a controlar por las mañanas”, cuenta.
 
También recuerda a Luis Chiriboga Parra (actual vicealcalde de Guayaquil), al boxeador de peso Walter Kid Lombardo,  a quien “le decíamos la Ardilla del Ring por su agilidad para moverse en el cuadrilátero”.
 
Pese a que tuvo mucho contacto con el básquet y el box, su deporte favorito es el fútbol.  Ahora su vida transcurre en aquella esquina donde se sienta a entregar los cambios y observar la variedad de rostros que llegan hasta su local desde hace 20 años.  “Esto ha sido fascinante y aquí me quedaré hasta que Dios disponga y mis manos puedan cocinar lo que expendo”.