Vélez contradijo sus primeras declaraciones, porque según ella, la Policía la obligó a dar esa versión.

Seydi Natalia Vélez Falcones, quien está recluida en la cárcel de mujeres de Guayaquil, imputada por el robo de la farmacia Fybeca, donde murieron ocho personas el pasado 19 de noviembre durante un operativo policial, dijo que sus primeras declaraciones no fueron ciertas porque las hizo bajo presión policial.

El fiscal Héctor Vanegas emitió el 5 de marzo pasado un dictamen acusatorio en su contra como cómplice del presunto atraco. Pero Vélez dice sentirse más tranquila luego del cierre de la instrucción fiscal, aunque esté tras las rejas. “Todo ha sido una pesadilla, lo que dije antes fue producto de la presión que sentía”, afirmó.

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“Esa mañana mi tío, Erwin Vivar, me recogió para llevar mi hoja de vida a una empresa. En Sauces 8, dos sujetos desconocidos bajaron al conductor y a mi tío del carro, se subieron al vehículo y me llevaron hasta la Fybeca. Yo les pedía que no me hicieran daño”, sostuvo.

“Uno de ellos me obligó a entrar a la farmacia y me dio un bolso con un cuchillo en el interior, para que robe todo lo que sirva para comunicaciones. No vi ningún guardia y detrás de mí, entraron dos tipos que gritaron que aquello era un asalto”, agregó.

“Subí y escuché los disparos. Cuando bajé vi a los muertos y a policías vestidos de civil, que me llevaron al asiento trasero de un carro rojo. Junto a mí, había un hombre cubierto con su propia camisa roja y con las manos atadas, que me pidió que le alcance su celular. Allí también llevaron a un hombre cubierto con su camiseta blanca, que pedía que liberen sus manos. Los policías le dijeron que igual iba a morir”, dijo la detenida.

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“Me cubrieron el rostro y me llevaron a un patrullero hasta el cuartel Modelo, y luego a la Policía Judicial. El sargento Sergio Gaibor me repitió durante horas lo que tenía que decir, supuestamente para no hundirme dentro de un Honda Civic blanco”, reveló.

“Un policía que se había disfrazado de vendedor de periódicos durante el operativo, a quien le decían Ramoncito, me llevó como a las 14h00 a su casa. Allí conocí a su esposa y vi a los que supongo, eran sus cuatro hijos. Con él regresé nuevamente a la PJ, como a las 18h00. Me encerraron en uno de los calabozos de la PJ recién como a las 23h00”, contó la mujer.

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“A mis padres los pude ver una semana después. Les decían que no estaba allí. Me quieren responsabilizar a mí de todo, porque los delincuentes están muertos”, acotó la joven.