La producción del actor y director Mel Gibson se estrena hoy en las salas de Supercines y Cinemark.

La pasión de Cristo, el filme de Mel Gibson (es su productor y director), ha remecido la conciencia pacata del mundo entero. La conmoción ha llegado hasta las lágrimas de aquellos que la han visto. El Vaticano, a través de varios portavoces, respira aliviado porque esta vez no tuvo que salir a condenar herejías y poses que le parecen blasfemas en una película sobre Cristo. La película, sin duda, impacta.

Sus dos horas y pico resumen las últimas doce horas de la vida terrenal de Cristo. Impresiona la violencia de las escenas que muestran al Señor con su cuerpo arruinado hasta el extremo de no parecer hombre. Hay gente que se desmayó por no poder soportar tanta crueldad e incluso una señora falleció tras un ataque al corazón durante una proyección en EE.UU. Y a todo eso se suma la controversia, porque a muchos les parece ver un antisemitismo primitivo que se creía superado sobre quien es el culpable del asesinato de Cristo.

Publicidad

Eso responde a visiones particulares, ya que muchos seguirán culpando a los judíos; los tradicionalistas católicos seguirán repitiendo que fue por deseo de Dios que necesitaba este sufrimiento para expiar los pecados del mundo; los cristianos seguirán diciendo que la culpa es de todos. En realidad la película lo muestra así, como una culpa universal: Judas Iscariote lo traicionó, las autoridades judías lo condenaron, los apóstoles lo abandonaron, Pedro (el primer Papa) lo negó, el rey Herodes se rió de él, el gobernador Poncio Pilatos se lavó las manos, la masa atontada pidió su muerte, los soldados del imperio romano lo azotaron y crucificaron.

La cinta de Gibson se queda corta y estrecha ante la realidad. El mensaje que pretende entregar, según el propio director, es un mensaje cierto: “Cristo sufrió por nuestras culpas y por sus heridas somos salvos”. Como él mismo manifestó, sus intenciones fueron las de hacer “una película que intenta inspirar, sin ofender a nadie. Crear una obra de arte duradera y provocar una reflexión seria entre personas que tengan cualquier religión o sin ninguna creencia”. Y esto es precisamente lo que Gibson ha logrado.

El filme no es antisemita, sino que denuncia la locura de la intolerancia y la crueldad. Gibson no ahorra ni rebaja esa violencia, clave en el acontecimiento histórico. El actor Jim Caviezel hace ver muy claramente que Cristo sufre la pasión y muerte por voluntad propia. Mónica Bellucci como María Magdalena y Rosalinda Celentano como el demonio, completan la primera interpretación artística de la muerte de Jesús en el siglo XXI y, definitivamente, la mejor representación de Cristo en todas las películas bíblicas modernas. La cinta es la recreación más artística, profunda, fiel, perturbadora, realista y sangrienta de esta historia que jamás se haya llevado al cine. Las imágenes poseen una fuerza inaudita y el elenco es un gran acierto del cineasta.

Publicidad

La escena de la crucifixión es dolorosa, muy difícil de ver. Los diálogos son en el lenguaje original: arameo y latín, para darle mayor autenticidad. Pero cuenta con subtítulos, útiles para seguir con la trama.
Se han tomado pocas libertades respecto de los evangelios y el diálogo añadido ayuda a determinar a los personajes e hilar la historia sin por ello dañar su precisión histórica y bíblica. Satanás está representado de una manera original como ser asexuado, que al principio parece ser un observador, pero ante la llegada de una serpiente intentando enrollarse alrededor del brazo de Jesucristo mientras estaba rezando lo identifica a él y a sus intenciones demoniacas. El filme es intenso. Hacia el final, el espectador está exhausto. Conmueve el alma y merece ser ampliamente distribuido, pues su mensaje no es solo para los cristianos, sino para todos en general. Gibson soñó con la idea de rodar esta cinta desde hace doce años, y el resultado de su trabajo es realmente notable.